La trágica historia detrás de Carmen, atleta paralímpica: "Hasta que no salí del hospital nadie hizo nada"
Carmen Giménez acabó en silla de ruedas tras una agresión de su expareja. En La Tarde ha contado su historia de superación y el camino que ha encontrado gracias al deporte.
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Un buen trabajo, un buen sueldo y un futuro prometedor. Era la vida que tenía Carmen con 29 años. Tras dejar una relación de 11 años que comenzó siendo ella joven, ahora tenía otra. Con un compañero de trabajo. También él tenía un buen puesto, buena presencia y educación… Pero lo cierto detrás de esa fachada había una persona manipuladora y narcisista que, de puertas para dentro, la maltrataba física y psicológicamente.
Pero hace doce años, la mañana del 12 de marzo de 2010, se sobrepasaron todos los límites. Ese día Carmen, asustada por la reacción de su pareja de la discusión que tuvieron la noche anterior, se encerró en el bañó. Al escuchar la puerta de casa, entendió que se había ido al trabajo, y salió del baño. Pero estaba. Todo lo había orquestado.
Lo que pasó después marcó un antes y un después en la vida de Carmen. La discusión fue a más y acabó en el suelo, pero no en el de su casa. Su ex pareja la había tirado por la terraza del dúplex en el que vivían. Tres pisos de caída libre que hicieron que, desde entonces, Carmen dependa de una silla de ruedas para vivir.
Pero además, Carmen Giménez es atleta paralímpica, campeona de España de atletismo adaptado en las categorías de 800m, 100m y 200m. Desde la agresión, arrastra una lesión medular. No ha sido la única adversidad que Carmen ha vivido, su hijo Bruno falleció en un parto prematuro, otro duro golpe que le hizo iniciarse en la práctica del deporte, un aliado inesperado que le ayudó en su duelo y a poner en marcha la iniciativa #RunforBruno, como una forma de expresar el amor por su hijo y mantenerse conectada a él. Lejos de compadecerse, Carmen, decidió enfocarse en lo positivo y poner sus miras en favorecer la inclusión de las personas con discapacidad a través del deporte.
De aquel día recuerda verlo y la simulación que hizo de irse. Lo último que lo que se acuerda es de abrir la puerta y encontrarlo cara a cara. Al despertar fue una situación muy complicada. “Los daños físicos eran gravísimos pero la peor parte era la emocional y psicológica. Aceptar que una persona a la que quieres quiere matarte. El miedo”.
Carmen cuenta que a día de hoy el miedo le influye más que la silla de ruedas para vivir con normalidad.
“Fue una relación tortuosa desde el principio, fue de menos a más. La parte emocional fue destructiva hasta el punto de anularme por completo. Dudaba de todo.”
“El amor me conducía a la empatía y le hacía entender que no me podía tratar así. Pero era recurrente. Se disculpaba, actuaba de otra manera, cambiaba de actitud pero siempre volvía a hacer lo mismo. Era persistente”.
Pero Carmen también sufrió una agresión institucional. “No hubo atestado policial. No se tomó declaración a nadie, siendo en el centro de Madrid. Hubo multitud de testigos y agentes que me ayudaron, pero nadie abrió una investigación ni un atestado. Nadie me dijo qué había pasado”.
Hasta que no pasaron meses y Carmen pudo salir un fin de semana del hospital, no se hizo absolutamente nada. Los siguientes meses seguirían esa línea. "El juez intentaba hacer un trabajo exhaustivo, pero estaba cubriendo una baja. Cuando regresó la jueza, se archivó el caso.”
Cuenta que, además, tenía miedo social. "Me sentí atacada por el sistema, y pensé que iba a volver a sentir esa violencia al conocerse la historia, pero ha sido todo lo contrario. En mi caso ha sido una forma de conseguir paz, y de sentirme muchísimo mejor con el apoyo social. Cuando sientes el apoyo unánime sientes que algo ha cambiado.”