¿Qué puede encender la luz en sus ojos?

A menudo nos preguntamos cuál es nuestro lugar en el mundo como católicos. Cuál deber ser nuestra actitud y nuestro compromiso, y cuáles nuestras prioridades, en un mundo en el que la Tradición cristiana ya no da forma a la cultura compartida ni a la costumbre social, y en el que las antiguas evidencias antropológicas y morales ya no lo son para la mayoría. Pues bien, me ha encantado una respuesta del obispo noruego Erik Varden sobre este asunto: “soy ciudadano del mundo contemporáneo como todos los demás, me gusta vivir con los ojos y los oídos abiertos… me interesan las preguntas que hace la gente, incluso si no las hacen explícitamente, me interesa saber cuáles son sus miedos y sus deseos”. Para Varden, uno de los aspectos más preocupantes del mundo en el que vivimos es la falta de deseo, especialmente entre los jóvenes, una especie de fatiga existencial. Y dice que eso es como una burbuja que hay que pinchar para que aparezca el deseo, que sin duda está allí porque es parte de nuestra naturaleza humana.

“Trato de comprometerme con simpatía con el mundo en el que habito”, dice el obispo de Trondheim, al que le aburren los intentos de condenar el mundo contemporáneo, o de proclamar que se ha salido de madre. Lo que le interesa es encontrarse con las personas que Dios pone en su camino, ver si la luz está encendida en sus ojos, y, si no, qué podría encenderla. Con tanto quejarnos del mundo que nos rodea terminamos por olvidar que “Dios amó tanto al mundo que le dio a su único Hijo”. Y como dice Varden, lo amó “tal como es, en su vanidad y su perversidad, en su extravío y en sus más altas aspiraciones”. Si aprendiéramos a amarlo así… se acabarían muchos problemas y discusiones estériles, y nuestro camino sería más ágil y alegre.