Frente a la destrucción, una esperanza que construye

En un reciente mensaje, el Patriarca Latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, explica de forma muy concreta en qué consiste vivir la esperanza en un contexto de guerra que, a menudo, se asemeja a una especie de infierno en la tierra. “La esperanza es la virtud que nos permite superar obstáculos insuperables, dice el cardenal Pizzaballa, estamos llamados a vivir en medio de situaciones terribles con el consuelo que nace del amor de Cristo, una llama más fuerte que las llamas del infierno”. Y añade varios ejemplos de su propia diócesis, en los que se percibe cómo en medio de una situación infernal ha vencido la esperanza.

Habla primero de la resiliencia de la comunidad de Gaza, donde el contraste entre la devastación exterior y el testimonio interior de alegría y de paz es tangible. En Cisjordania, muchos cristianos han vuelto a los sacramentos buscando una vida más profunda; ha crecido el Centro de formación espiritual para laicos de Beit Jala, inaugurado poco antes de que estallara la guerra, los colegios católicos siguen ofreciendo la posibilidad de experimentar cierta normalidad y los grupos juveniles son vivaces y activos a pesar de los problemas de desplazamiento. Se refiere también al Vicariato para los católicos de lengua hebrea en Israel, que ha llevado alegría y calor a Jerusalén con un musical navideño desde los primeros meses de 2025.

De este modo, observa el cardenal, “a los signos de destrucción que nos rodean se oponen los signos concretos de esperanza que brotan de nuestra fe”. Es verdad que “las llamas de la tribulación aún no se han apagado”, como demuestran las noticias de cada día. Es en medio de la realidad, la de Tierra Santa como la de tantos otros lugares, donde se pone a prueba si la certeza de que Cristo ha resucitado puede sostener la esperanza, no de una manera teórica, sino en nuestra vida de cada día.