Un golpe ciego no tiene la última palabra
Escucha la Firma de José Luis Restán del lunes 4 de noviembre
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La tragedia que estamos viviendo en Valencia y en otros lugares de España nos hace más conscientes de que la vida humana es muy vulnerable. Trabajamos, ¡justamente!, para protegerla, para dar seguridad y bienestar hasta donde es posible, pero todo eso no anula nuestra condición vulnerable. La tragedia nos invita, casi nos obliga, a hacernos preguntas. Naturalmente, las que se refieren a la gestión de la crisis, a las decisiones técnicas y políticas en marcha. Pero no basta con eso, no podemos acallar las preguntas que se refieren al valor y el sentido de nuestra vida: al dolor y al sacrificio, a la muerte de los seres queridos, a nuestra exigencia de justicia y de felicidad. No son cosas separables. Las Administraciones públicas deben ser ágiles y eficaces. Hemos dicho en nuestra Línea Editorial que la solidaridad con los afectados es una primera victoria: un modo de mostrar que hay algo más fuerte que el golpe ciego del infortunio. Por eso hay que subrayar que muchos, muchísimos, han dedicado desde el primer momento sus mejores esfuerzos a rescatar, dar comida y techo a quienes lo necesitaban. Estamos ante una carrera de fondo porque va a ser necesario mucho tiempo y mucho esfuerzo para la reconstrucción, y sabemos que la solidaridad también flaquea, y necesita ser sostenida.
¿Podemos afirmar que la vida es un bien, que no es una mera ilusión que puede desbaratar un golpe de viento o de agua? La vida se nos regala, las estaciones y la biosfera están ordenadas para hacerla posible, y no aceptamos que un azar destructivo tenga la última palabra sobre nuestra existencia. ¿La tiene? Cada uno es invitado a responder. Humildemente, con lo ojos fijos en el Cristo yacente de Paiporta, lleno de barro, los cristianos podemos decir que no: que la última palabra sobre nuestra vida no la tiene un destino ciego sino el Dios que se hizo carne, que por nosotros murió y resucitó. Que acoge en su amor a los que han muerto, que nos sostiene para curar, reparar y reconstruir.