Estoy listo para Jesús
Escucha la Firma de José Luis Restán del jueves 6 de febrero
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
Hay historias que hacen renacer la esperanza, que te hacen respirar cuando estás un poco asfixiado por polémicas cansinas y de vuelo corto, también en la Iglesia. Una de esas historias, a la que me he asomado hoy, es la del padre Tito Banchong, oblato de María Inmaculada, nacido en Laos, que pasó siete años en prisión bajo el régimen comunista y que acaba de fallecer. Contaba que cuando estaba inseguro sobre su vocación, nació en su corazón el deseo de seguir a Jesús de manera radical: “Él se interesaba por mí, no yo por Él, me hizo entender que en Él siempre encontraría el verdadero sentido de mi vida".
Mientras se estaba formando como oblato en Italia, los guerrilleros comunistas del Pathet Lao tomaron el poder, y en 1975 todos los misioneros fueron expulsados de Laos. A pesar de ello, el padre Tito sintió una fuerte llamada a ser sacerdote para el pueblo de Laos y decidió regresar: "he decidido regresar a Laos, no hay nadie para el apostolado, regreso para ayudar a los creyentes; es el Señor quien me hace regresar y por eso regreso". De modo que fue ordenado en la catedral de Vientián el 28 de septiembre de 1975. Al día siguiente escribió: "ya no tengo miedo porque soy del Señor; estoy listo para todo, soy muy feliz”. Aunque nunca criticó a los gobernantes, el Padre Tito fue encarcelado en tres ocasiones. Cuando finalmente fue liberado, se dedicó a los cristianos de la provincia de Siam, que llevaban más de 30 años sin tener un sacerdote. Después fue nombrado administrador apostólico de Luang Prabang, la antigua capital, y tuvo la alegría de abrir la primera iglesia en el norte de Laos desde los dolorosos tiempos de la revolución comunista. También pudo ver florecer nuevas vocaciones al sacerdocio en su pequeña comunidad, y participar en la beatificación de 17 mártires laosianos, entre ellos seis oblatos, a los que el Padre Tito llevaba en su corazón. Siempre estuvo listo para Jesús, en tiempos de bonanza y de persecución. Nunca discutió, siempre construyó. Así camina la Iglesia.