Reconstruir con piedras vivas
Escucha la Firma de José Luis Restán del martes 8 de abril

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Para muchos, Myanmar apenas representa un nombre oriental exótico. La antigua Birmania es hoy un país devastado por un terrible terremoto que se ha producido en medio de una no menos terrible guerra civil, desatada por el Golpe militar de 2021. Desde hace tiempo sigo con atención la vida de la pequeña pero valerosa comunidad católica de este país, unas 700.000 personas en medio de 50 millones de budistas. “El terremoto ha exacerbado las lágrimas y las heridas de nuestro pueblo”, ha dicho el cardenal Charles Bo, una de las principales figuras del episcopado asiático. "Vivimos en una nación traumatizada y herida, que no quiere rendirse a la desesperación y lucha por seguir adelante". Se han contabilizado más de 3.000 muertos, y muchos siguen atrapados bajo los escombros. El cardenal señala que muchas iglesias y casas religiosas han quedado destruidas, especialmente en la diócesis de Mandalay, una zona ya marcada por la guerra.
Pero lo más urgente, advierte, es “reconstruir la comunidad cristiana con las piedras vivas del pueblo de Dios, y eso requerirá tiempo, paciencia y la guía del Espíritu Santo, que es quien edifica la Iglesia”. No es un sermón de circunstancias, es la profecía de un pastor que no puede permitirse engañar a su pueblo con promesas vanas. Antes del terremoto, la Iglesia estaba ya en pleno éxodo, enfrentando enormes desafíos con valentía y confianza en Dios, pero los sacerdotes, las religiosas y los catequistas se mantienen fieles al lado de la gente en este tiempo de dura prueba.
El cardenal Bo clama por un alto el fuego que permita llevar alimentos, medicinas y atención a la gente, pero su palabra no ha sido escuchada. Entre tanto, el recinto de la catedral del Sagrado Corazón de Mandalay se ha convertido en un refugio para las víctimas del seísmo, sin distinción de etnia o religión: hay cristianos, budistas, musulmanes e hindúes, y los feligreses trabajan para aliviar el sufrimiento de las víctimas. La Iglesia es pequeña en Myanmar, pero arde como una llama de esperanza en medio de la más oscura noche.