Estaba sujeto a ellos
Escucha la Firma de José Luis Restán del martes 17 de diciembre
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Decía el gran abad san Bernardo, uno de los mayores cantores de la encarnación del Hijo de Dios, que “Jesús aprendió por experiencia humana todo lo que conocía por su naturaleza divina desde la eternidad”. Y no es una metáfora piadosa, es el reflejo de la seriedad absoluta y radical del gesto de la encarnación. El niño, el joven, el hombre Jesús, tuvo que “aprender por experiencia humana”: a querer, a entender, a trabajar, a relacionarse, a usar la razón y la libertad. Su personalidad y su carácter estuvieron marcados por la herencia de su madre, María, y por la presencia y la educación que le proporcionaron tanto María como José. Es impresionante pensar en la misión de ambos a lo largo de aquellos 30 años de “vida oculta” de Jesús.
Viene a la memoria la escena dramática del Niño perdido en el templo, cuando Jesús recibe el lógico reproche de José por haberse separado de ellos y haberles hecho pasar miedo y zozobra ante su posible extravío. Nos fijamos mucho en la respuesta del muchacho observando que Él debía “ocuparse de las cosas de su Padre”, y en el aparente “desaire” que eso podía suponer para María y José. Pero hay que caer en la cuenta de lo que el Evangelio de Lucas añade para cerrar el episodio: “Él bajó con ellos a Nazaret y estaba sujeto a ellos… Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”.
Podemos sentir una rápida simpatía por José, una de las grandes figuras del Adviento: por su rectitud, su fidelidad, su silencio que parece situarle un poco al margen de esta historia… Pero que no se nos escape este aspecto de su gran misión: durante muchos años él fue quien educó terrenalmente al Salvador del mundo. Y éste aceptó sujetarse al buen carpintero de Nazaret para aprender a vivir en la carne.