Retorno a casa

Me ha sorprendido una columna publicada por John Harris en el periódico británico The Guardian en la que se declara un “agnóstico devoto” y relata el camino interior de lenta aproximación al cristianismo que había abandonado en su juventud. 

Dice Harris que “nuestra vida en Internet gira demasiado a menudo en torno a una mezcla de ira, tontería y superficialidad” y se pregunta “¿adónde vamos y a quién podemos encontrar para compartir de forma significativa nuestros pensamientos sobre los fundamentos ineludibles de la vida: el amor, la pérdida, la muerte, el miedo, el duelo, el arrepentimiento?”. 

Observa que a medida que envejece hay más aspectos de la vida que abren el camino a un sentido de lo inefable y lo místico, y a la necesidad de algo que pueda ayudarle a dar sentido a un mundo cada vez más caótico, y a las rupturas y crisis que parecen llegar con alarmante regularidad. Los domingos sale a pasear con sus dos hijos y se desvían hacia una de las iglesias del pueblo que suelen salpicar su ruta. 

Cuenta que recientemente pasó quince minutos en silencio en una capilla en desuso, y pensó entonces en lo que ha escrito un famoso cantautor británico, Nick Cave, que también se está acercando a su antigua fe familiar tras el intenso dolor producido por la pérdida de dos de sus hijos:

 «Para mi gran sorpresa, he encontrado algunas de mis verdades en esa institución totalmente falible, a menudo decepcionante, profundamente extraña y completamente humana que es la Iglesia». 

Harris prosigue su columna en The Guardian diciendo: “creo que aquí se encuentra el esbozo de un viaje que más gente puede emprender tarde o temprano, alejándose de sus pantallas, hacia algo mucho más humano y nutritivo. Puede que esos bancos (los de esas iglesias de pueblo) no permanezcan vacíos para siempre”. Quizás ese viaje se está produciendo en occidente, silenciosamente, más de lo que pensamos. No perdamos esa pista.