Los cristianos amamos la libertad

Hola Pilar. Hay un aspecto que me sorprende especialmente en el contexto de la invasión rusa de Ucrania. Me refiero a la simpatía, más o menos proclamada, de algunos sectores cristianos hacia la figura de Vladimir Putin, basada en la supuesta defensa de la familia y de la tradición cristiana por parte del líder ruso. Seguramente el baño de sangre desatado en Ucrania habrá hecho reflexionar a más de uno, pero es importante analizar este asunto. La tradición cristiana sostiene, en primer lugar, la dignidad sagrada y la libertad de toda persona. Antes de la injustificable agresión a una nación soberana como Ucrania, Putin ya había dado muestras de su desprecio a ambas cosas: persiguiendo a sus opositores, e incluso ordenando su asesinato; reprimiendo la libertad de expresión en los medios y en las calles de Rusia, como ha sucedido de nuevo estos días con la detención de millares de personas que protestaban contra la invasión.

Desconozco hasta qué punto el antiguo jefe del KGB defiende con verdadera convicción la familia cristiana, pero incluso si acierta en eso, tal cosa no puede justificar ni encubrir una política totalitaria que tiene mucho que ver con su antigua pertenencia a los aparatos más siniestros del estado soviético. Los cristianos amamos la libertad, y no deberíamos añorar a un líder fuerte que imponga determinados valores, por justos que sean. Esa no es la vía del Evangelio. Asumimos el riesgo de la libertad, el mismo riesgo que Dios ha asumido con cada uno de nosotros. Por eso, en estas horas terribles merecen nuestro especial reconocimiento miles de ciudadanos rusos que, en nombre de su fe cristiana, se atreven a levantar la voz contra la mentira y la violencia, aun a riesgo de ser golpeados y detenidos. Son ellos, como los disidentes de los años 60 del pasado siglo, los que merecen nuestro apoyo.