Ojalá no nos escandalicemos de Él
"Tanto el Bautista como José tuvieron dudas y vacilaciones; no conocían los recodos del camino que se les invitaba a recorrer, pero tenían hechos a los que mirar"
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La liturgia del Adviento nos presenta estos días dos figuras en las observamos cómo las circunstancias ponen a prueba la esperanza. Me refiero a Juan Bautista y a José. En el caso de Juan, sabemos que hizo llegar a Jesús un mensaje desde la cárcel, en el que le apremiaba a aclarar si era “el que había de venir, o tenemos que esperar a otro”.
Juan está sufriendo a causa de su anuncio de la llegada del Mesías y se impacienta al ver el modo en que Jesús se mueve. Quizás esperaba otra forma, y ante la inminencia de su ejecución siente la tentación de pensar que su misión ha sido un fracaso. Ante eso, Jesús le invita a mirar a los hechos más que a sus propias imágenes: los ciegos, ven, los cojos andan, y a los pobres se les anuncia el reino de Dios. Jesús no ahorra alabanzas a Juan (el mayor hombre nacido de mujer) pero le envía un mensaje muy claro: “bienaventurado el que no se escandalice de mí”.
En cuanto a José, se encuentra con la noticia de que su prometida, María, espera un hijo sin haber tenido relaciones con él. Una circunstancia incomprensible y dolorosa, como tantas que nos vienen. Ante eso, José tiene un primer movimiento de humanidad auténtica para proteger a María, al decidir repudiarla en secreto. No se encierra en su incomprensión, sino que mira más allá. Después vendrá la palabra del ángel que abre la perspectiva, pero no quita el misterio. José también es invitado a no escandalizarse del modo en que Dios conduce la historia, y responde “sí”.
Tanto el Bautista como José tuvieron dudas y vacilaciones; no conocían los recodos del camino que se les invitaba a recorrer, pero tenían hechos a los que mirar, una historia de la que hacer memoria, tenían la certeza de que Dios es fiel. En nuestra vida también se plantea esta disyuntiva: pensar que somos abandonados o afirmar, en medio de la tormenta, que el Señor no nos deja de su mano. Ojalá no nos escandalicemos de Él.