Parece irónico llamarle “roca”
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Parece irónico llamarle “roca”
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Acaba de publicarse en Italia el octavo volumen de las Obras Completas de Joseph Ratzinger y eso nos ha permitido conocer el texto inédito de la homilía que pronunció en julio de 1977 en Múnich, en una Misa por el futuro papa Pablo VI, en la que afronta las objeciones modernas al papado. Además de que el texto es sencillamente delicioso, tiene una innegable actualidad, porque esas objeciones siguen vivas. ¿No representa el papado una pretensión excesiva? ¿No es una arrogancia que un solo hombre, débil y falible, lleve todo el peso de las decisiones últimas sobre la unidad de la Iglesia? ¿No va esto contra el señorío absoluto de Jesucristo, que es el único Señor y cabeza de la Iglesia?
Ratzinger se toma en serio estas preguntas y responde que, por el contrario, "en el hombre falible, Cristo muestra su fuerza infalible… Cristo no prometió que todos los papas serían santos o genios. Él obra a través de los hombres lo que ninguno de estos hombres puede hacer”. Para explicarlo se fija en la elección de Pedro, que significa "roca". Pero, en realidad, Pedro era cualquier cosa menos una roca. Era irascible, caía fácilmente presa del miedo, era colérico y al mismo tiempo débil. Llamarlo "roca", a nuestros ojos, parece francamente irónico. Y es que, escribía un Ratzinger que no podía imaginar su propio futuro, Pedro “no era la roca, sólo Cristo podía serlo en él y a través de él”. ¡Cuántas veces lo habrá reconocido después, en su propia vida, Benedicto XVI!
En última instancia, decía Joseph Ratzinger hace 45 años, “reconocer el papado no es ir contra la cabeza, Cristo, sino reconocer el poder vencedor de su gracia; es reconocer a Aquel que obra por medio de los hombres lo que sólo Él puede obrar".