Lo que pide el Señor de la Cruz
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Al concluir la asamblea extraordinaria que ayer aprobó el Plan de Reparación Integral de las víctimas de abusos sexuales, el presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, dijo que la aprobación de este plan se enmarca en una respuesta a “la llamada a la conversión, a la comunión, que hemos recibido del Señor de la Cruz”. Casi nadie se ha fijado en este punto, absolutamente necesario para entender todo lo demás: protocolos, parámetros, procedimientos, indemnizaciones. Todo muy importante, sí, pero solo tiene pleno sentido si se mira desde la llamada del Señor, que subió a la Cruz asumiendo sobre sí la mole inmensa del dolor provocado por todas las injusticias y abusos de la historia, también las que han tenido como protagonistas, y esto es un misterio insondable, a hijos de la Iglesia cuya misión era ser testigos de la luz, y, sin embargo, sembraron de tinieblas la vida de personas inocentes.
La Iglesia tiene que caminar con este peso sobre sus espaldas, de eso no puede ni debe escapar. Conviene recordarlo cuando nos indigna, con razón, la doble vara de medir de tantos medios de comunicación y del propio Gobierno que, esta misma semana, ha dado un recital de cinismo sobre este tema. Hay que desenmascarar todo eso, ciertamente, pero no olvidemos que, por encima de todo, el Señor de la Cruz llama a su Iglesia a sufrir en su carne el dolor de las víctimas, a asumirlo como propio hasta el fondo.
Por eso la Iglesia quiere ir más allá de lo que piden las leyes. Como recordaba esta mañana monseñor Argüello en Herrera en COPE, lo que ayer aprobó la Conferencia Episcopal no es el comienzo del trabajo de la Iglesia en España sobre este asunto, pero tampoco es el final. Porque el drama no se puede cerrar, ni se resuelve solo con procedimientos. Hay que aceptar que nos hiera, y solo así podrá ser sanado.