Testigos del amor de Dios, hasta la muerte
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Testigos del amor de Dios, hasta la muerte
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Lo recuerdo como si fuera hoy: el trasiego y la ansiedad en la redacción, las llamadas buscando confirmación, y finalmente la noticia: cuatro maristas españoles habían sido asesinados en un campo de refugiados en Bugove, en la frontera entre Congo y Ruanda. Era el 31 de octubre de 1996, este domingo se cumplen 25 años.
Los hermanos Servando Mayor, Miguel Ángel Isla, Fernando de la Fuente y Julio Rodríguez, habían llegado un año antes al campo de Nyamirangwe, donde se hacinaban 30.000 refugiados de etnia hutu llegados desde Ruanda, un país en el que había tenido lugar un terrible genocidio con más de medio millón de muertos. Los maristas se encargaban de la educación de 4.000 niños y también de los ancianos y de los enfermos, en un clima violento y opresivo que se envenenaba cada día. Por todo ello, los superiores de la congregación les invitaron a abandonar el campo. Ellos pidieron permanecer, porque como escribió el hermano Servando, en medio de aquel clima de odio y venganza, los refugiados reconocían en la presencia de los maristas una luz de esperanza, la única prueba de que Dios no les había abandonado.
Las cartas que Servando, Miguel Ángel, Fernando y Julio, escribieron desde Bugove, desvelan su profundo amor a la vida, su deseo de sanar las heridas de la violencia con el amor de Dios, y su alegría por poder compartir su fe con los más pobres y desvalidos. No buscaron la muerte, pero sí asumieron el riesgo evidente de ser fieles a la misión y de no abandonar a la gente que se les había confiado. ¿De qué fuente podía proceder semejante gesto, si no es de la muerte y resurrección de Cristo?