Una ciencia que no abunda
José Luis Restán reflexiona sobre los mensajes que cada día desdel comienzo de la guerra de Ucrania envia a sus fieles el arzzobispo mayor de Kiev
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
Mañana se cumple un año desde aquel terrible día en que los tanques rusos entraron en Ucrania para desatar un guerra cruel, insensata y sacrílega, palabras todas ellas empleadas por el Papa Francisco. Trescientos sesenta y cinco días en ninguno de los cuales ha faltado el video-mensaje del arzobispo Sviatoslav Sevchuck, cabeza de la iglesia greco-católica ucraniana. En el último que he podido escuchar pasa revista a la heroica lucha de su pueblo por la libertad y por la verdad, y afirma un día más “¡Ucrania lucha!, ¡Ucrania reza!”, para que el mundo no olvide. Hace unos meses, el presidente de la Conferencia Episcopal Francesa visitó Kiev y le dijo: “admiro su ciencia para mostrar cómo ser discípulos de Cristo en tiempos de guerra”. Ayer, mientras caían misiles sobre varias ciudades, Sevchuck dedicó una parte sustancial de su mensaje a hablar de la vocación y misión de los matrimonios, algo que puede causar una mueca irónica en los cínicos. Este pastor que, más que a oveja, huele a pólvora y a escombros, permanece en medio de su pueblo, como pide Francisco, y también va delante para recorrer un camino difícil, para que el temor y las bombas no dispersen a la comunidad, para que cada uno de los que le han sido confiados no desespere y siga viviendo de la fe, siga arraigado en la esperanza y, aún más impensable, siga ejerciendo el amor.
Pienso en lo necesaria que es una verdadera educación del pueblo cristiano, aquí mismo, en nuestra poco agradecida tranquilidad, y también allí, donde las circunstancias se convierten en tentación para el odio y la revancha, para el sálvese quien pueda. En Europa no abunda esa ciencia para mostrar cómo ser discípulos de Cristo… en la guerra y en la paz, dentro de cada circunstancia, vino a decir con honrosa sinceridad el presidente del episcopado francés. Quizás desde Ucrania, bajo un cielo plomizo por las bombas, nos llega una lección útil para todas las iglesias de Europa.