Una semilla potente

José Luis Restán reflexionade sobre los 25 años de la visita de San Juan Pablo a Cuba

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La firma de José Luis Restán en 'Mediodía COPE'

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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En estos días se cumplen 25 años de la histórica visita de Juan Pablo II a Cuba, un acontecimiento que tuve la dicha y la responsabilidad de seguir, paso a paso, al frente de un gran equipo de COPE en las calles de La Habana, una ciudad que en aquellos días respiraba una inusitada alegría. En una época sin memoria, como la nuestra, es fácil que hayamos olvidado lo que sucedió entonces, algo que dejó boquiabiertos a los grandes de este mundo, pero, sobre todo, que llenó de esperanza a la pequeña pero hermosa comunidad católica de la perla del Caribe.

Es cierto que en aquel contexto muchos pensaron, pensamos, que la transición a las libertades en Cuba estaba casi al alcance de la mano. Aquella sensación fue, en realidad, un sueño. Pero vimos a una Iglesia viva, con Pedro a la cabeza, capaz de hablar a todos y de ser referencia para todos: al régimen de Castro (al que no dejó de señalarle un camino exigente hacia la democracia), a la oposición (a la que alentó en a vía de una lucha tenaz y pacífica por una Cuba en libertad), a los medios de comunicación (que por unos días reconocieron que la Iglesia era una voz capaz de estar en la cresta de la historia), a los Estados Unidos (que pudieron entrever una alternativa a su fracasada estrategia), y al pueblo sencillo de Cuba, que mostraba en los ojos una esperanza desconocida durante muchos años. Así me lo dijo entonces un librero de la calle, en La Habana vieja, a las pocas horas de que Juan pablo II despegase de regreso a Roma: “ahora el pueblo está triste, porque el Papa se ha ido”

Yo doy gracias por aquella experiencia única que pude vivir, como cristiano y como periodista. Hoy no me dejo llevar por la nostalgia: cara al futuro, por mucho que se haga esperar, aquella semilla sigue siendo válida, y la Iglesia en Cuba está llamada a jugar un papel decisivo para bien de aquella querida nación hermana. “Que Cuba se abra al mundo, y que el mundo se abra a Cuba”. Nadie lo ha dicho mejor

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