Usted es todavía un ilustrado
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Es significativa la anécdota que acabo de conocer de una conversación entre un obispo y un funcionario gubernamental, en la que este último concluye de la siguiente forma: “es que usted, es todavía un ilustrado”. Hace pocos años habría sido impensable que un militante de la izquierda laica hubiese concedido a un obispo semejante galardón. También era poco probable que el obispo (como es el caso) se lo hubiera agradecido, porque dominaba un esquema de confrontación entre cristianismo e ilustración.
Es cierto que muchos ilustrados se levantaron contra la Iglesia, como también lo es que, sin el sustrato cristiano, no se habría gestado el fenómeno que llamamos ilustración. Tampoco la Iglesia supo afrontar en aquel momento el reto, y se enrocó en una actitud defensiva. En un memorable discurso de 2006, Benedicto XVI explicó que el Concilio Vaticano II había pretendido, entre otras cosas, recuperar la amistad perdida entre cristianismo y modernidad, identificando los aspectos positivos (muchos) del movimiento ilustrado, y señalando también sus deficiencias.
La paradoja es que hoy, en tiempos de posmodernidad y post todo, los herederos de quienes idealizaron y absolutizaron la razón y la libertad vuelvan sus ojos hacia los católicos como últimos guardianes de un sueño que hoy parece declinar. El gran cardenal inglés, John Henry Newman, ya profetizó que llegaría un día en que la Iglesia sería la última en salvaguardar la razón que los ilustrados levantaron como un estandarte hoy hecho jirones, como vemos, por ejemplo, en el debate sobre la identidad sexual. Claro que también hay que reconocer que Newman fue sospechoso de modernista en algunos sectores eclesiásticos. Pero hoy es un santo proclamado por la Iglesia. Con santa paz para católicos e ilustrados, ambos de buena fe.