El fondo y la forma de la misión
José Luis Restán reflexiona sobre unas recientes palabras del Papa sobrela evangelización
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No hay cuestión más urgente para la Iglesia que llevar el anuncio del Evangelio hasta los confines del mundo, confines, por cierto, que pueden estar en nuestro barrio. Por eso me ha parecido importante la catequesis del Papa del pasado miércoles. Francisco se fija en la aparente contradicción de las palabras de Jesús: dice a los apóstoles que los ha elegido para estar con Él, y al tiempo les manda ir al mundo a predicar. Y es que, para el cristiano, “no hay ir sin estar” pero, igualmente, “no hay estar sin ir”. Sólo puede llevar el Evangelio de Jesús uno que está con Él, y con Él se está participando de la vida de su Iglesia: escuchando su enseñanza, recibiendo los sacramentos, experimentando y ejerciendo la caridad. Si no estamos con Jesús, llevaremos a la gente ideas, más o menos interesantes, pero no la vida del Resucitado.
La otra cara de la moneda es que no podemos “estar sin ir”, porque sin anuncio, sin servicio y sin misión, la fe se estanca y se convierte en costumbre o en ideología. Si hemos encontrado el tesoro de la vida, no dejaremos de comunicarlo a los que nos importan, y de ahí en adelante, a todos los que nos encontremos, que lo necesitan más que el agua. Subraya también el Papa que el centro del anuncio cristiano no son ciertas normas o quehaceres, sino la presencia cercana de Dios que nos salva, que nos perdona, que acompaña nuestra vida para hacerla grande y bella.
Y por eso el método del anuncio es el testimonio que involucra toda nuestra persona: pensamiento, afecto y acción. Sin olvidar la advertencia de Jesús de que nos envía “como ovejas en medio de lobos”, y nunca debemos caer en la tentación de convertirnos nosotros en los lobos, en los que amedrentan e imponen con su fuerza. Por último, la misión no es cosa de genios ni de aventureros aislados, es la tarea de la Iglesia, por tanto, no vamos solos ni nos anunciamos a nosotros mismos.