Llega a casa con un fajo de billetes y la idea que tiene su hija provoca su reacción más original: "Con 3 o 4 años"

Los niños son únicos cuando son pequeños y algunas trastadas son recordadas con el paso de los años, como esta que ocurrió en los 80

Vista lateral de un niño jugando con juguetes sentado en el suelo de la sala de estar en casa.
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Poniendo las Calles

Bea Calderón recuerda una anécdota de su infancia con Ana Quílez

José Manuel Nieto

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3 min lectura

Los niños son únicos cuando son pequeños, y algunas trastadas, aunque traviesas, son recordadas con el paso de los años. Esta es la historia de una travesura que ocurrió en los años 80 y que, aunque en su momento provocó una gran sorpresa y enfado, ha quedado grabada como uno de esos momentos irrepetibles de la infancia. Bea Calderón, en el programa Poniendo las Calles, recordó una anécdota que tiene como protagonista a su padre, un montón de billetes de 5.000 pesetas y su particular pasión por desmenuzar todo lo que encontraba a su paso.

La inocencia que desarma

Era el año 1984 o 1985, una época en la que el dinero en efectivo todavía era habitual en las casas. Bea Calderón, entonces una niña de apenas 3 o 4 años, se encontró con un billete de 5.000 pesetas que su padre había dejado cuidadosamente sobre la mesilla. Para ella, lo que parecía ser un simple billete se convirtió en el objeto de su afición: desgarrarlo en pequeños pedazos. “Yo cojo esta hoja de papel y hago rirra, y hasta que no la convierto en microplástico, no estoy tranquila”, confesó Bea, dejando claro que su pasión por deshacer cosas era algo que ya venía de su niñez.

A pesar de que el dinero que su padre había traído a casa representaba una suma importante para la época, Bea no se detuvo ante la magnitud del fajo de billetes. Con toda la naturalidad del mundo, comenzó a destrozar los billetes de 5.000 pesetas, lo que sin duda desató la reacción de su padre. En palabras de Bea: “Me pilló, creo que con el cuarto billete de 5.000 pesetas”. Ante tal desastre, la reacción de su padre fue un tanto inusual pero memorable: “No me pegó ni me regañó, solo me cogió, me dejó en brazos de mi madre y me dijo: 'Quítame a la niña de en medio porque la apuelo'”, relató entre risas.

El impacto de las travesuras infantiles

Aunque la situación podría haber sido motivo para un enfado considerable, el padre de Bea optó por una reacción sorprendentemente serena: “Mi padre estuvo como 6 o 7 horas pegando cachitos. Con celo, claro”, recordó Bea. El tiempo y esfuerzo que dedicó a restaurar los billetes destrozados evidencian una actitud que, aunque inicialmente sorprendida por la travesura de su hija, no fue agresiva ni castigadora. En lugar de enfurecerse, decidió hacer frente a la situación con paciencia y calma, algo que, con los años, Bea ha recordado con cariño.

Familia feliz divirtiéndose en la habitación del hotel durante las vacaciones de verano

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Familia feliz divirtiéndose en la habitación del hotel durante las vacaciones de verano

Esta historia de la infancia de Bea Calderón se convierte en una lección sobre la paciencia de los padres ante las ocurrencias de sus hijos. No todas las travesuras deben ser motivo de castigos severos, sino una oportunidad para aprender y entender las motivaciones del pequeño. En este caso, la curiosidad y el deseo de explorar el mundo a través de la destrucción de objetos, algo que para muchos padres puede ser un quebradero de cabeza, se transformó en una historia entrañable que, con el paso del tiempo, se vuelve un recuerdo inolvidable.

Y como toda anécdota infantil que perdura, no falta la broma entre Ana Quílez y Bea Calderón, quien en un tono jocoso, comentó que “llegas a ser un poco más mayor y te hace pegarlos a ti, lo sabes”. Aunque todo se convirtió en una faena monumental para su padre, la historia refleja la conexión especial entre padres e hijos, marcada no solo por las trastadas que los pequeños hacen, sino también por el amor y la paciencia con que los padres gestionan esas situaciones.

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