Codazos, arañazos y manotazos: así eran las agresiones que recibía Jesús de su expareja

Pese a las condenas judiciales, la agresora tiene la custodia de los tres hijos

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Codazos, arañazos y manotazos: así eran las agresiones que recibía Jesús de su expareja

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Jesús ha sido víctima de malos tratos por parte de su expareja, que siempre se cometían delante de los tres hijos que nacieron del matrimonio. El propio Jesús grabó con su móvil dos de estas agresiones físicas y psicológicas que sufrió. Unos vídeos que acompañaban a la correspondiente denuncia, por las cuales su esposa fue condenada primero a diez meses de prisión por agresión, mientras que en la segunda fue condenada a seis meses de cárcel por quebrantamiento de condena e injurias. Pese a todo, no ingresó entre rejas. Algo que ha sorprendido al propio Jesús: “Yo no pedí que la condenaran a prisión, pero a la hora de ejecutar la condena fue vergonzoso que desestimaran su ingreso bajo el pretexto de que era la primera vez que delinquía, alegando además que se había arrepentido y reparado los daños causados, cuando era mentira.”

Jesús tiene claro que si la agresión hubiera sido al revés, a los juzgados no le hubieran temblado la mano a la hora de condenarle. De hecho, nuestro protagonista fue denunciado hasta en tres ocasiones por su expareja por violencia de género. En todas ellas su causa fue archivada de manera inmediata. A día de hoy, no mantiene ninguna relación con ella. Tan solo se comunican, esporádicamente, mediante correos electrónicos para abordar temas de los hijos que mantienen en común.

Las agresiones a Jesús comenzaron al poco de iniciarse la relación: “Yo percibía que tenía reacciones violentas, pero no le di importancia. Residíamos en Madrid y nos desplazamos a vivir a Canarias. Desde unos años antes, se medicaba por las depresiones que tenía. En un momento dado, dejó de tomar las pastillas por su cuenta, sin prescripción médica. Esto daba lugar a que se produjeran episodios desagradables en casa, delante de los niños, que ya se daban cuenta de todo. Ella me culpaba a mí de sus problemas. La agresividad solo era verbal. Por eso le planteé que nos separásemos. Eso desencadenó que aquello pasara a mayores, y comenzaron las agresiones físicas delante de los niños.”

Ante aquella situación, Jesús comenzó a grabar con el móvil lo que ocurría en el hogar para poder demostrarlo: “El primer día que grabé, al mediodía, vi cómo mi mujer estaba metiendo miedo a mis hijos, diciendo que iban a sufrir.”

Jesús ha recordado algunos de los capítulos más traumáticos que vivió aquellos días: “Fue una noche que mi hija mayor se quedó dormida en el sofá, y la llevé a la cama. En ese momento, mi mujer me dio un manotazo, me arañó en el brazo provocándome heridas profundas, me propinaba codazos en la espalda... Mi hija se despertó y le recriminó a su madre su actitud. Yo grabé todo, la conversación entre la madre y mi hija. Cuando mi mujer se dio cuenta que estaba grabando, pegó a mi hija para que se callara.”

Nuestro protagonista narra cómo su mujer ordenaba a la hija de ambos que le quitara el móvil para que dejara de grabar: “Le estaba pidiendo a mi hija que se enfrentara contra mí. Aquello me dolió mucho”, recuerda.

Aquellas grabaciones Jesús las entregó a su abogado como prueba. En el proceso de divorcio, la fiscal pidió la custodia de los hijos para su padre. Se daba por hecho que así sería, por lo que Jesús optó por no denunciar las agresiones de su expareja. Pero unos días más tarde, aquello se torció, y la juez concedió la custodia a la madre: “Fue un fallo que ni siquiera justificó, porque era injustificable.”

El auto obligaba a Jesús a abandonar el domicilio conyugal. A la hora de recoger sus pertenencias, la situación se recrudeció aún más: “Fui a recoger algunas cosas básicas, pero con la idea de volver para seguir recogiendo. En esas estaba cuando, de repente, mi mujer llamó a la Guardia Civil para denunciar que la estaba maltratando. Aquel episodio también decidí grabarlo. De hecho, en el vídeo se veía a mi hija recriminando a su madre su actitud.”

Una vez que los agentes de la Benemérita se presentaron en la vivienda, requisaron todo el material a Jesús, ya que su mujer aseguraba que eran suyas: “Me tuve que dirigir a la comisaría alegando que tenía que acceder a mi casa para recoger mis pertenencias. De hecho, un agente se dio cuenta de mis heridas en el brazo que me provocó ella, y me aconsejó que denunciara. El abogado también me aconsejó que lo hiciera, al comprobar que mi mujer iba por las malas impidiéndome entrar para al menos llevarme mi ordenador, que es una de mis herramientas de trabajo. Aquello terminó con una condena de prisión para ella de diez meses.”

Una vez efectuado el divorcio y Jesús se marchó del domicilio, la relación con sus hijos comenzó a deteriorarse: “La manipulación de mi exmujer a mis hijos fue brutal. De hecho, tres meses después hicieron una prueba pericial, donde se detallaba la incapacidad de la madre para atender a nuestros hijos, y sobre todo su manipulación. Les hablaba fatal de mí. Pese a los episodios violentos y las denuncias falsas por las que está condenada, decidieron darle la custodia. Realmente era custodia compartida, ya que yo estaba con ellos quince días al mes. Pero ya no fue igual. Me veían como el malo de la película como consecuencia de la manipulación.”

Jesús reconoce que los grandes perjudicados de esta situación han sido sus hijos, a los que les afectó en todos los ámbitos: “Antes de la separación, mis hijos estudiaban, hacían deporte, eran responsables... Pero una semana después de marcharme de casa, a uno de mis hijos le expulsaron del colegio. Luego echaron al segundo. Empezaron a suspender, a repetir curso... incluso coqueteaban con las drogas. Les ha hecho mucho daño.”

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