Las secuelas de Juan José tras el accidente de moto: “Me amputaron las dos piernas”
Lamenta que en España no se implanten alternativas a los guardarraíles
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La vida de Juan José cambió radicalmente el dos de enero de 1993, cuando tenía 29 años. Hacía buen tiempo en Granada pese a la época del año. Por ello, Juan José y su novia, de 22 años y hoy su mujer, decidieron pasar la tarde en Motril, junto al mar. De camino a la costa en su motocicleta, eran ajenos a lo que les depararía el destino. Durante el trayecto, atravesaron una curva sin visibilidad, para justo después toparse con una carretera inundada de gasoil que había esparcido presumiblemente un vehículo pesado, dado a la cantidad de charco en la vía, que cubría la anchura de ambos carriles. Aquello provocó que la moto derrapara. Al no poder esquivarlo, Juan José salió despedido hacia los guardarraíles. El impacto hizo que perdiera una pierna de manera inmediata y, trece días después, los médicos tuvieron que amputarle la segunda pierna. Por fortuna, su novia tan solo sufrió fractura en la tibia y el peroné.
Desde ese momento, Juan José inició una lucha por sobrevivir. Tuvo que dejar a raíz del accidente su trabajo como repartidor y músico durante los fines de semana: “emprendí una batalla que se prolongó durante once años, que fue el tiempo que tardé en adaptarme a la nueva vida.”
No fue una tarea sencilla. Desde el primer momento, el sufrimiento fue mayúsculo: “cuando desperté en la cama del hospital y vi el hueco en mis piernas, la sensación fue horrible. Muchas preguntas y ninguna respuesta. Durante los dos años siguientes, empecé a caminar con las prótesis. A día de hoy, es lo que me permite moverme y evitar, en la medida de lo posible, el uso de la silla de ruedas.”
Tras años de aprendizaje, de curar las heridas y de acudir de forma diaria a rehabilitación, 2004 marcó un punto de inflexión para nuestro protagonista, ya que volvió al mercado laboral, esta vez en el equipo de mantenimiento de la Universidad de Granada: “es cuando a mí mismo me convencí de que había tirar hacia delante. Me preparé unas oposiciones y accedí a la Universidad.”
Juan José complementa su empleo con su tarea en materia de seguridad vial. Mantiene una cruzada contra la existencia aún en la carretera de los guardarraíles, a los que atribuye la elevada tasa de fallecimientos entre los moteros: “judicialmente no me fue bien, ya que perdí el proceso contra los guardarraíles y, además, nunca pudimos localizar a quien esparció el gasoil en la vía.”
Pero, casi tres décadas después, Juan José optó por quedarse con lo positivo: “la vida me dio una segunda oportunidad. Eso es lo importante. Tenía todas las papeletas para morir, pero logré sobrevivir. Pude caer en depresión y dejarme morir sufriendo en silencio. Pero no lo hice, y hoy soy un hombre feliz.”
El motor vital de Juan José son sus dos hijos, de 19 y 11 años. El mayor es aficionado a las motos, al igual que su padre: “a mi me gustan más que a mi hijo. Él se sacó el carnet del coche y ya vendió la moto. No te voy a engañar, prefiero que coja el coche. Yo sí que continúo utilizando la moto, porque es lo que me permite desplazarme.”
Hoy, Juan José tiene 57 años. Es consciente que de manera progresiva irá perdiendo facultades, lo que le restará movilidad en el futuro, pero no es un problema que le obsesione: “yo estos años he hecho mucho uso de las manos y brazos. Eso me ha provocado tener articulaciones rotas, principio de artrosis...pero tengo muchas ganas de vivir, aunque sé perfectamente que irá a peor.”