¿Cuáles son las novedades de la última Carta apostólica del Papa Francisco, "Traditionis custodes"?

El periodista y sacerdote Josetxo Vera explica los puntos más destacados de este documento en 'Siempre aprendiendo'

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¿Cuáles son las novedades de la última Carta apostólica del Papa Francisco, Traditionis Custodes?

Josetxo Vera

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El Papa Francisco ha promulgado hace unos días una Carta Apostólica en forma de Motu Proprio que se llama Traditionis Custodes y ha tenido un cierto revuelo, dentro y fuera de la Iglesia. En esa Carta Apostólica señala que hay solo un único modo de celebrar la Liturgia, las celebraciones de la Iglesia católica en el rito romano, establecido por el Concilio Vaticano II.

¿Cuál es la novedad? Hay una carta anterior del Papa Benedicto XVI en la que se había permitido el uso habitual de una forma extraordinaria de la liturgia y con eso se ha armado un poco un lío.

Allá por el 1570 el Papa Pío V estableció un modo de celebrar la Eucaristía para toda la Iglesia Católica excepto para aquellos lugares que en los que hubiera ritos anteriores al 1370 y que todavía estuvieran en uso. El Papa, a partir del Concilio de Trento, establece un nuevo modo de la Liturgia de la Iglesia para el rito romano y estuvo vigente durante 400 años. En 1970 el Papa Pablo V establece, a consecuencia del Vaticano II, una nueva forma de celebrar la Eucaristía sin abolir el rito anterior de modo que para las celebraciones hay dos modos: el modo ordinario impulsado por Pablo V y el modo extraordinario que es de Pio V y que tuvo su última actualización por Juan XXIII en 1962.

Ya tenemos un plano en la cabeza. Estamos hablando de las Celebraciones de la Iglesia Católica en el rito romano, en la vida habitual que nosotros conocemos y que nos dice que hay dos formas de celebrar: la ordinaria y la extraordinaria.

¿Cuáles son las diferencias entre los dos ritos? Hay una versión falsa, muy divulgada, que dice que si se celebra la misa en latín y de espaldas al pueblo es la forma extraordinaria. Y la forma ordinaria celebra de cara al pueblo y utiliza la lengua del pueblo. Esa distinción, muy divulgada, no es cierta. La distinción no está allí porque en las dos formas se puede celebrar de espaldas al pueblo y en latín. Por tanto, no está allí la diferencia.

Otra cosa por aclarar. En realidad, cuando se dice que el sacerdote celebra de espaldas al pueblo no es ese el sentido, dar la espalda al pueblo, sino más bien que el sacerdote y el pueblo están mirando en la misma dirección, hacia el Oriente, mirando al lugar de donde viene Cristo. Todos miran en la misma dirección.

En estos días han corrido abundantemente noticias falsas. De hecho, en la vida de la Iglesia encontraréis muchas iglesias que se usan todos los días y que solo tienen el altar pegado al retablo y el sacerdote celebra siempre de espaldas al pueblo y mirando al retablo. Pasa en la Capilla de la Basílica de la Virgen del Pilar en Zaragoza o en casi todos los altares que hay en la basílica de San Pedro. Como antes se celebraba así hasta el año 1970 los altares estaban pegados al retablo. Tenemos claro en la cabeza que también allí no está la diferencia.

La forma ordinaria, la que aprueba el Concilio Vaticano II, incorpora varias plegarias eucarísticas. La forma extraordinaria tiene solamente una, el canon romano.

También en la forma ordinaria se ha enriquecido mucho las lecturas de la Palabra de Dios de modo que yendo a Misa todos los días uno acaba escuchando gran parte de la Biblia. En la forma extraordinaria las lecturas están muy recortadas. La forma ordinaria tiene una riqueza mayor en el leccionario de los santos y de la Virgen. Y también la incorporación de la lengua que habla el pueblo. También esta forma ordinaria busca una mayor participación por parte del pueblo que asiste a la Eucaristía, se hace más rica la participación de los fieles.

Tras el Concilio Vaticano II quedaron dos formas para celebrar la Eucaristía, la ordinaria y la extraordinaria. La forma extraordinaria, después del Vaticano II, queda muy minoritaria. No obstante, en algunos lugares, se mantuvo esta forma. Esta forma no fue abolida formalmente y en algunos grupos se mantuvo. ¿Por qué se mantenía esa forma extraordinaria? Algunos estaban unidos a esa celebración porque se encontraban más cómodos en esa forma, una expresión más profunda de la presencia de Cristo. También había personas que no aceptaban el Concilio Vaticano II y no reconocían la nueva forma de celebrar la Eucaristía. Aquí está un poco el punto de ruptura.

El Papa Juan Pablo II, después de Pablo VI, abre una posibilidad de seguir utilizando la forma extraordinaria. No había quedado abolida, pero Juan Pablo II la incorpora de una manera un poco excepcional. Amplió esa posibilidad unos años después diciendo a los obispos que podían dar el permiso a los fieles que lo pidieran para celebrar según la forma extraordinaria.

El Papa Benedicto XVI, poniendo en valor las cosas, promulgó un decreto en el que establece que las dos formas podían ser utilizadas habitualmente. Las dos formas podían convivir. El Papa dice que hay personas que se han unido a esa forma extraordinaria y está dando mucho fruto. Para que puedan seguir creciendo esas comunidades abre mucho esa posibilidad de celebrar la forma extraordinaria. Se hizo así una ampliación muy grande de la forma extraordinaria de celebrar. El Papa dice que no hay ninguna contradicción ni una ruptura entre una y otra forma.

Sin embargo, el mismo Papa Benedicto XVI cuando aprueba esa regularización escribe a los obispos una carta que, de todas formas, me gustaría conocer vuestras experiencias por si se ven dificultadas serias en este tema.

Después de 14 años el Papa Francisco establece un motu proprio donde señala otra forma de ver el mismo tema. El Papa percibe que en esa celebración de forma extraordinaria mucha gente la vive como oposición al Vaticano II y entonces hace una encuesta a los obispos de todo el mundo y les pregunta cómo están viviendo ellos la forma extraordinaria. Cuando recibe las respuestas, le deja al Papa entristecido y preocupado. La aplicación después de todos estos años ha dado lugar a que en muchos lugares del mundo se haya hecho más visible la oposición al Concilio Vaticano II. Existe una estrecha relación entre lo que hacen los celebrantes y el rechazo a la Iglesia y a sus instituciones.

A partir de que él percibe que en la forma extraordinaria se ha refugiado gente que niega el momento actual de la Iglesia, el Papa Francisco toma la decisión de reducir notablemente esa forma extraordinaria de la Liturgia. Esa forma extraordinaria se convierte así en una forma más extraordinaria todavía.

El Papa lo hace para conseguir que no se creen nuevas parroquias personales con la forma extraordinaria. Y otro de los objetivos es que los fieles que participan en esa forma extraordinaria, puedan volver a la forma ordinaria. Por eso establece que quienes viven la forma extraordinaria, tienen que tener el permiso de los obispos. No pueden ser las parroquias. Los sacerdotes tienen que tener el permiso de los obispos que además preguntará a la Santa Sede. El obispo diocesano es que el que indicará los lugares donde se pueden tener estas celebraciones y las lecturas se harán siempre en la lengua vernácula.

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