Ayudar a la Iglesia en sus necesidades
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Mons. José María Yanguas Queridos diocesanos:
La Carta Apostólica escrita por el Papa Benedicto XVI con motivo del Año de la fe que estamos celebrando, comienza con las palabras Porta fidei ("La puerta de la fe"). La fe es, en efecto, como una puerta que, por una parte, nos introduce en la comunión con Dios y por otra da acceso a la Iglesia, nos permite entrar en ella. Ambas realidades están estrecha e indisolublemente unidas. La comunión con Dios es al mismo tiempo comunión con la familia de Dios, con la Iglesia.
Una de los aspectos de la fe que importa reforzar en este Año de la fe es justamente la dimensión eclesial de la fe. Esta es, al mismo tiempo, un acto personal y un acto comunitario. Con el propio acto de fe, uno toma parte en el gran acto de fe con el que la Iglesia confiesa a su Señor. El "yo creo", tiene lugar dentro del acto de fe de toda la Iglesia, del "nosotros" que es la Iglesia. Un cristiano, lo mismo que una persona humana, es impensable al margen de la familia a la que pertenece, la familia de los hijos de Dios, la Iglesia. Ser parte de una familia es factor constitutivo de la persona. No se entiende ésta al margen de la familia a la que pertenece. Lo mismo se puede decir del cristiano: su pertenencia a la comunidad de fe que es la Iglesia es parte de su ser mismo de cristiano. Es impensable serlo al margen de esa familia sobrenatural de los hijos de Dios. Entre los intereses personales del cristiano no puede faltar el interés o la preocupación por la familia eclesial.
La Iglesia, como su Fundador, es a un tiempo realidad visible y espiritual; comunidad de fe, esperanza y caridad, Cuerpo místico de Cristo y sociedad visible dotada de órganos jerárquicos; realidad compleja integrada por un elemento humano y otro divino. En cuanto sociedad humana presenta características semejantes a otras sociedades o comunidades y está sometida a parecidos condicionamientos. Necesita, por ejemplo, de medios humanos para poder llevar a cabo la misión que el Señor le confió: para el funcionamiento de sus estructuras, para la atención de las personas que dedican la vida a su servicio, para el culto divino y la conservación de los lugares dedicados al mismo, para las actividades pastorales al servicio de todo el pueblo de Dios, para el ejercicio de la caridad con los más necesitados, etc.
Por eso el quinto mandamiento de la Iglesia: "ayudar a la Iglesia en sus necesidades", nos exige a todos los fieles ayudar, cada uno según sus necesidades, a la Iglesia en sus necesidades materiales (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2043). Es bueno recordarlo ahora, cuando se nos ofrece a todos un modo práctico para cumplir con dicho mandamiento.
En efecto, como todos sabéis, buena parte de los ingresos que tiene la Iglesia para subvenir a sus necesidades provienen de la libre voluntad de los españoles, católicos o no, que deciden destinar a la Iglesia el 0,7% de los impuestos que, de todos modos, debemos pagar al Estado. A la hora de la declaración de la renta, marcar con una "x" la casilla destinada a la Iglesia Católica no supone pagar más impuestos. Tampoco si se marca también la casilla para "otros fines sociales". Los recursos con que cuenta cada año la Iglesia para el cumplimiento de sus fines provienen, en buena medida lo repito, de la voluntad de los españoles, libre e inequívocamente expresada. Tú puedes decidir dónde va una parte de tu contribución al bien común.
Ánimo pues a todos a colaborar de ese modo al sostenimiento de las actividades de la Iglesia. Os animo a hacerlo "x tantos" que se beneficiarán de ese sencillo gesto con el que se nos ofrece uno de los modos de colaborar con nuestra familia sobrenatural, que es la Iglesia. Mucho de lo que está puede hacer por los demás, depende de ti.
+ José María Yanguas
Obispo de Cuenca