Carta del administrador apostólico de Plasencia: «A vueltas con el aborto»

Ciriaco Benavente critica en su carta quincenal la recién aprobada Ley del Aborto, y asegura que «nunca es justificable acabar con una vida humana, y menos en el seno materno»

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Vuelve a estar en el candelero de la opinión pública el tema de la vida. Hace unos meses era la eutanasia, y ahora, el aborto, con la reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, aprobada hace doce años. Los contenidos de tal ley, que ni pretendía favorecer la salud reproductiva, ni interrumpir el embarazo, sino acabar con él, ahora se agudizan, abriendo tan sorprendentes facilidades, incluso para menores de edad sin contar con sus padres, que no es extraño que causen estupor en no pocas personas.

La presencia de una vida humana en el seno materno desde los inicios de la concepción no es cuestión sólo religiosa o ideológica, sino que viene avalada por la ciencia. Yo me alegro mucho de que nuestra Iglesia - no podía ser de otra manera- haya estado y esté en vanguardia en lo referente a la defensa de la vida, de toda vida humana. Y hay que mantenerlo sin complejos, porque aunque lo contrario se pretenda envolver el papel de progresía, no es nada progresista, ni ético, ni estético.

He procurado entender siempre las situaciones de dolor y angustia que pueden sobrevenir a un embarazo no esperado: dificultades personales, familiares, laborales, presiones del ambiente social, de proyectos de futuro. Lo entiendo y siempre acogeré con amor y comprensión a las personas, sean cuales sean sus decisiones, pero nunca es justificable acabar con una vida humana, y menos en el seno materno, hecho para acogerla, cuidarla y traerla a la luz.

Lo que cuentan de algunas clínicas abortivas rebasa todo lo ético y lo estético.

Cuando se cambia la lógica del don, que es la del amor a los otros, por la del propio interés o gusto, siempre sale perdiendo la persona. Eminentes pensadores están haciendo ver cómo, en nuestras sociedades del bienestar, se está liquidando el valor ontológico del ser humano en áreas del pragmatismo, el utilitarismo o el egoísmo. Ya hace años, advertía la brillante catedrática Adela Cortina, sin negar el derecho al goce y disfrute sano, que no es lo mismo lo ético que lo felicitante. Lo placentero o lo que me interesa.

Como contrapunto, ofrezco el testimonio real de una carta, que copia en una publicación suya el hoy cardenal Cantalamessa. En la lectura queda claro el destinatario de la misma.

“Querido Marco, finalmente tu madre puede llamarte por tu nombre y darte un rostro. El cuatro de abril hará once años que yo dije no a tu venida al mundo. Han sido años tristes y vacíos, siempre acompañados por el sollozo de no haber sabido ser más fuerte y defenderte, acogiéndote con tanto amor y alegría como debería haber para todos los niños que se asoman a la vida. En estos años yo te he hecho nacer, correr, llorar, jugar, con la fantasía, millones de veces. Te colocaba en cada niño que tiene tu edad; pero Jesús, en su misericordia, me esperaba el once de febrero para hacerme un regalo inmenso. En la pequeña capilla de una iglesia, después de haber hablado con un sacerdote y después de haber decidido llamarte Marco, yo me he recogido en oración y en aquel momento inolvidable te he visto en mis brazos: tenías los ojos azules y me has sonreído. Gracias, ángel mío. Este ha sido el verdadero perdón. De ahora en adelante, te tendré siempre cerca y sé que tú cantas gloria en el cielo y oras por mí y por todos los niños del mundo. Tu madre”.

A la firma seguía un post-data: “No obstante, aunque hayan transcurrido tantos años, el dolor ha dejado heridas abiertas y cuento siempre tus años. ¡Quisiera tanto que mi voz llegase como mensaje a todas las mujeres que quieran abortar! No matéis, sino amad a los hijos que Dios os envía”.

+ Ciriaco Benavente Mateos

Obispo de Plasencia

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