Carta del arzobispo de Sevilla: «Caminando en esperanza»
José Ángel Saiz Meneses nos recuerda que en la festividad de la presentación del Señor en el templo la Iglesia celebra la Jornada de oración por la Vida Consagrada
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El próximo jueves, 2 de febrero, celebraremos la fiesta de la Presentación del Señor en el templo de Jerusalén, cumpliendo lo que mandaba la Ley de Moisés sobre la presentación de los hijos primogénitos. Hoy lo que caracteriza más esta fiesta es la bendición y procesión de las candelas, con la que proclamamos nuestra fe en lo que el anciano Simeón proclamó: que aquel Niño presentado en el templo era la luz y la salvación para todos los pueblos del mundo y la gloria de su pueblo de Israel. Celebraremos también la Jornada de la Vida Consagrada, es decir, el día dedicado a reflexionar y rezar por todas las personas que forman parte de institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, que han consagrado la vida al Señor siguiendo los consejos de pobreza, castidad y obediencia y haciendo un gran servicio a la Iglesia y al mundo.
Muchos de ellos, en ese día, renuevan su consagración a Dios, reafirmando el compromiso de entrega al Señor ya sus hermanos y hermanas. La fiesta de la Presentación de Jesús en el templo y la vida consagrada tienen una profunda sintonía. Cristo, unido por el amor al Padre y al Espíritu Santo, se ofrece para cumplir la voluntad divina y salvar a la humanidad. A semejanza de Cristo, el consagrado ofrece también a toda su persona y -como nos recuerda el Concilio Vaticano II- "hace una total consagración de sí mismo a Dios, amado sobre todas las cosas, de manera que se ordena al servicio de Dios y a su gloria por un título nuevo y especial" (LG 44).
Todos los cristianos, por el bautismo, hemos muerto al pecado y hemos sido consagrados a Dios. El religioso, para profundizar en esta vocación bautismal, con la profesión de los consejos evangélicos en la Iglesia, "se libera de los impedimentos que podrían apartarle del fervor de la caridad y de la perfección del culto divino y se consagra más íntimamente al servicio de Dios. La consagración será tanto más perfecta cuanto, por vínculos más firmes y más estables, represente mejor a Cristo, unido con vínculo indisoluble a su Iglesia” (LG 44).
Así queda explicado el especial seguimiento de Cristo que comporta la vida consagrada y la razón por la que, en la fiesta de la Presentación del Señor, recordamos a aquellos hombres y mujeres que, entre nosotros y en todo el mundo, siguen este camino. Este año, para esta Jornada, se ha escogido este lema: Caminando en esperanza. El lema hace referencia a una acción continua y perseverante, que no se detiene, que requiere paciencia y firmeza, a un modo muy concreto de vivir la consagración de manera dinámica, afrontando el futuro que hemos de construir unidos todos los miembros de la Iglesia.
Con ocasión de la Jornada de la Vida Consagrada, quiero reconocer y agradecer la gran aportación de sus miembros a la vida de nuestra archidiócesis, que también camina decididamente con el deseo de cumplir su vocación y su servicio a la sociedad en la que está arraigada. Es necesario que todos valoremos especialmente a las personas que siguen el camino de los consejos evangélicos, que tantos valores aportan a nuestra sociedad. Oremos por ellas y por la continuidad de sus obras. Quiero agradecer especialmente la disponibilidad que encuentro muy a menudo en los miembros de las órdenes y congregaciones religiosas para cuidar algunas parroquias o para realizar otros servicios y llevar a cabo diversas iniciativas al servicio de nuestro Pueblo de Dios y de la sociedad entera.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla