Carta del obispo de Astorga: «Fuera de cobertura. Campaña de Personas sin Hogar 2022»

Las crisis encadenadas que llevamos sufriendo, especialmente a partir de 2008, están provocando un progresivo número de personas desvinculadas socialmente

jesusfernandezgonzalez

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Últimamente son frecuentes las noticias sobre ocupas que asaltan viviendas particulares, que se adueñan de ellas, que las destrozan, que impiden el uso a sus legítimos propietarios. En esta carta no me voy a referir a ellos. Tampoco a los miles y miles de jóvenes que ven retrasada su independencia habitacional por no disponer de los recursos suficientes para alquilar una casa. Este problema se ve agravado en las grandes ciudades como son Madrid y Barcelona; en ocasiones deben gastarse hasta el sesenta por ciento del sueldo en el alquiler. No es de estas personas de las que hoy les voy a hablar, sino de esas otras que llevan una vida normal, que respetan la propiedad ajena, pero que carecen del apoyo de una familia y se encuentran sin los recursos suficientes para poder gozar de esta segunda piel.

Por desgracia, las crisis encadenadas que llevamos sufriendo, especialmente a partir de 2008, están provocando un progresivo número de personas desvinculadas socialmente. La mayoría de las veces todo comienza por la falta de un empleo digno que les permita vivir con dignidad y sostener una familia. En otras ocasiones, la raíz se sitúa en problemas personales y sociales. Son personas que se ven sin recursos, sin oportunidades, sin protección. La pobreza que sufren, normalmente suma múltiples capítulos: no sólo el de la falta de vivienda, sino también el de una alimentación adecuada, la carencia de salud (sus años de vida desciende de media hasta veinte años), de calefacción, de relaciones sociales…

Por otra parte, hemos de tener en cuenta que tener un techo no es necesariamente tener un hogar. Mucha gente vive en viviendas en condiciones insalubres, sin acceso a luz y agua, en una cueva o en una chabola, debajo de unos cartones, o de un puente. Y otras muchas, en concreto las que viven en el 2, 3% de los hogares que sufre algún tipo de amenaza de expulsión de su casa, se ve aterrorizada pensando terminar algún día de ese modo.

En España, el problema viene de lejos. A nadie se le escapa que la problemática es seria y difícil de resolver. Pero, como ciudadanos responsables y buenos cristianos, no podemos permanecer de brazos cruzados. Cáritas se une a la celebración de la Campaña de Personas sin Hogar que tendrá lugar el próximo día 30 de octubre. Durante los 30 años que viene celebrándose, ha ido aumentando el riesgo de quedarse en la calle, pero también se ha experimentado que, si se dedican recursos, atención y cuidado, la vida de las personas mejora y se recuperan espacios de dignidad y derechos.

En primer lugar, debemos eliminar ciertos prejuicios, dándonos cuenta de que estamos hablando de personas como nosotros mismos. Normalmente nos las imaginamos con problemas de alcohol y drogas, con aspecto sucio y desaliñado, pero no siempre es así. Con frecuencia se trata de personas que se esfuerzan por superar la situación, que viven una vida normal.

Es necesario también comprometernos con un sistema económico orientado al bien común, no a la ganancia sin control. Cuando el centro de la economía lo ocupa el dinero y no la persona, se avanza sin control hacia la pobreza y la exclusión, pues “poderoso caballero es don dinero”. Necesitamos cristianos que, desde el mundo de la economía y de la política, favorezcan mecanismos para proteger a las personas frágiles y, sobre todo, a las familias numerosas que son las que más están padeciendo la crisis; prestaciones que cubran los ingresos mínimos de las familias que más lo necesitan; y, en fin, decisiones que generen un parque de vivienda pública de alquiler y lo pongan a disposición de los más necesitados.

+ Jesús Fernández González

Obispo de Astorga

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