Carta del obispo de Ciudad Real: «Jornada de clausura de la fase diocesana del Sínodo»

Gerardo Melgar explica en su escrito de esta semana las diferentes etapas del proceso sinodal en el que está inmerso la Iglesia, una vez finalizada la fase diocesona del mismo

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En grupo parroquiales, movimientos, comunidades religiosas, etc., hemos estado tratando el tema de la sinodalidad en la fase diocesana del Sínodo.

La sinodalidad es un estilo de vivir la fe y de evangelizar.

Este estilo es el que vive Jesús en el evangelio de San Lucas 24,13 y ss. Jesús peregrina con aquellos dos discípulos que van a Emaús, es la imagen clara, el icono más claro de la sinodalidad.

En los primeros siglos de la Iglesia, el Sínodo se utilizó para designar a las reuniones que tenían los obispos para discutir y tomar determinaciones sobre las fórmulas de la fe y de la vida de la Iglesia, escrutando las Escrituras y dejándose llevar por lo que el Espíritu les suscitaba.

Sinodalidad es, pues, buscar juntos lo que el Espíritu pide a la Iglesia, pero para saber lo que dice el Espíritu, primero hay que escucharlo.

Pablo VI, después del Vaticano II, recuperó la figura del Sínodo de forma estable, convocando a una representación de los obispos cada tres o cuatro años para abordar en dicho encuentro temas de importancia para toda la Iglesia.

El papa Francisco ha convocado varios sínodos, con un cuestionario anterior para ser estudiado y respondido, tanto en el de la familia como en el de los jóvenes, como base para la elaboración del documento de trabajo.

Ahora da un paso más y la convocatoria no solo es para unos representantes de los obispos, sino para todo el Pueblo de Dios. Somos todos los bautizados los que hemos sido convocados a recorrer este camino sinodal con tres etapas:

1. La primera etapa, la etapa diocesana. Se trata de que todo el Pueblo de Dios pueda tener una experiencia de participación: desde las parroquias, las cofradías, las comunidades de vida consagrada, movimientos y asociaciones. Todos somos invitados a ofrecer nuestra aportación a esta reflexión de toda la Iglesia. Las aportaciones que surjan de las diferentes diócesis se recogerán en las conferencias episcopales y con ellas se pasará a la segunda etapa.

2. La segunda etapa es la etapa llamada continental. Las aportaciones que haya habido en la primera etapa de la reflexión en las diócesis servirán de punto de partida para la reflexión continental, en un entorno cultural similar

3. La tercera etapa la constituye el Sínodo de los obispos en Roma. La confluencia de los distintos documentos continentales servirá para la elaboración del llamado Documentum laboris o documento para el trabajo de esta última etapa de los obispos.

Todo este proceso de discernimiento de la verdad en las tres etapas está guiado y fecundado por el Espíritu Santo.

La primera tarea que hemos de hacer es tomar conciencia de la corresponsabilidad que compete a cada uno en la misión de la Iglesia. Por eso hablamos de:

Discernimiento espiritual de los problemas que tiene la Iglesia hoy y lo que necesita la Iglesia hoy para responder a esos problemas.

Hablamos de implicación y corresponsabilidad, poniendo todos los dones que cada bautizado tiene al servicio del bien común, de la misión de la Iglesia, que es la evangelización.

Hablamos de responsabilidad de nuestra propia fe, pero también de la corresponsabilidad que nos corresponde en la fe de los demás.

La sinodalidad nos impulsa a ser miembros realmente vivos en la Iglesia para hacer de ella una Iglesia viva, que está presente en los problemas de mundo actual y lo ilumina desde el impulso del Evangelio y del Espíritu.

La sinodalidad es una llamada a una mayor implicación en la Iglesia.

+ Gerardo Melgar Viciosa

Obispo de Ciudad Real

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