Carta del obispo de Ciudad Real: «La mies es mucha y los obreros pocos»
Gerardo Melgar pide oración constante para que aumente el número de vocaciones, sin olvidar que «Dios llama a través de todos nosotros», sacerdotes, familias y comunidad
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Permitidme, queridos diocesanos que os hable hoy de algo que me preocupa sobremanera: la falta de vocaciones sacerdotales. Es algo que nos pide el Señor que hagamos ante las necesidades vocacionales por las que atravesamos: «La mies es mucha y los obreros son pocos, rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38).
No quisiera enmendar la plana al Señor, pero partiendo de sus mismas palabras, podríamos decir hoy: la tarea es ingente y los que quieren empeñar su vida en ella son muy pocos, pedid al Señor vocaciones, y poned de vuestra parte lo que sea necesario, proponiendo con valentía y explícitamente a los jóvenes la vocación sacerdotal.
Unas palabras que denuncian una situación clara hoy y de la que hemos de tomar conciencia porque:
• Nuestro pueblo se está descristianizando.
• Nuestra sociedad es una sociedad laicista, sin Dios.
• Se han perdido muchos de los valores humanos y cristianos.
• Nuestras familias se van paganizando: Dios no tiene silla en nuestros hogares.
• Nuestro mundo es un mundo de pobreza material y espiritual.
• Los jóvenes en un ambiente así sienten mucha dificultad para plantearse, descubrir y responder a la llamada de Dios.
Hay una gran tarea que hacer:
• El Señor ha dejado en nuestras manos la transformación del mundo según sus planes.
• Hemos de trabajar para transformar el mundo según el plan y el sueño de Dios.
• Hemos de ofrecer el mensaje salvador de Cristo a los hombres de todos los tiempos.
• Estamos llamados hoy a llevar el mensaje de Cristo al corazón del mundo.
• Los hombres y mujeres de nuestro tiempo necesitan que se les ayude a lograr el verdadero encuentro con Cristo, que los transforme, los convierta y los salve.
• Todos los cristianos estamos llamados a ser valientes testigos de Jesús en el mundo.
Esta es la situación, esta es la ingente tarea que tenemos ante nuestros ojos, pero hay muy pocos que quieran implicarse y consagrar su vida. Así, la tarea sigue siendo cada vez más ingente y los obreros cada vez menos.
Frente a esta realidad, ¿qué podemos y qué tenemos que hacer?
El Señor nos dice: Rezad, «rogad al dueño de la mies que envié obreros a su mies» (Mt 9, 38).
Nuestra oración por esta intención vocacional tiene que ser continua, insistente y perseverante, porque es Dios quien llama, suscita vocaciones y ayuda a responder. Pero Dios llama a través de nosotros. Dios no viene al oído de cada uno a decirle lo que debe hacer o lo que debe ser. Dios lo hace a través de nosotros y especialmente a través de unas mediaciones bien concretas:
• A través de los sacerdotes.
Los sacerdotes, con nuestra vida sacerdotal y nuestro ministerio pastoral, vividos como verdaderos enamorados de Cristo, como incansables trabajadores de la viña del Señor, con una vivencia alegre y entregada de nuestro ser sacerdotes. Podemos suscitar la pregunta y el interrogante en el joven: ¿por qué yo no puedo ser como esa persona, tan entregada, tan generosa, tan para los demás, y tan de Dios?
• A través de la familia:
La respuesta vocacional depende en gran parte de la familia. En un porcentaje bastante alto las vocaciones sacerdotales surgen, se alimentan y se maduran en la familia.
Esta es una pregunta que se tienen que hacer las familias cristianas actuales: ¿si uno de nuestros hijos nos dijera que quiere ser sacerdote, lo consideraríamos una bendición de Dios y lo animaríamos a ello o nos llevaríamos el mayor de los disgustos porque nuestros planes para ese hijo eran otros, y no estamos dispuestos a animar e incluso a ayudarlos a que se interroguen y pregunten por este camino vocacional para ellos?
• A través de la comunidad.
La comunidad cristiana en la que está viviendo el joven tiene una importancia y un papel importante en la respuesta vocacional. Es en ella y desde ella desde donde el joven descubre que la comunidad necesita personas que se dediquen a predicar el evangelio y a administrar los misterios de Dios. Es en ella donde el joven percibe que la comunidad aprecia y valora la tarea del sacerdote, y no como a veces sucede, que perciben todo lo contrario.
Dios llama a través de otras personas: sacerdotes, religiosos, laicos, que hacen al joven el planteamiento explícito y valiente y le preguntan si se ha planteado alguna vez la posibilidad de ser sacerdote.
«A Dios rogando y con el mazo dando», Dios llama, nosotros hemos de ayudar a descubrir esa llamada a quienes Él llama, a quienes Dios sigue llamando hoy, nosotros hemos de ser instrumentos de su llamada, instrumentos vivos y activos, que animemos con nuestra propuesta directa, con el ejemplo de nuestra vida sacerdotal auténtica para que el joven descubra que merece la pena seguir a Jesús como ven que lo hacemos nosotros.
Tomemos interés y cariño por un tema tan importante y seamos instrumentos en las manos de Dios para que en nuestra iglesia surjan jóvenes que, desde su corazón generoso, quieran entregar su vida al servicio de Dios y de los hermanos en el ministerio sacerdotal.
+ Gerardo Melgar Viciosa
Obispo de Ciudad Real