Carta del obispo de Coria-Cáceres: «Y tú ¿has pensado en ser catequista?»
Jesús Pulido invita a los laicos a ser catequesitas e indica que tras dos años pandemia «ha llegado el momento de salir para anunciar el mensaje de Jesús»
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El 15 de agosto de 1997 –ha hecho ahora 25 años–, fue promulgada la edición típica del Catecismo de la Iglesia católica, presentación auténtica y sistemática de la fe y de la doctrina católica. Pero el Catecismo no es nada sin catequistas que lo reciban para transmitir, en el ámbito de la Iglesia local, el depósito de la fe, con la ayuda del Espíritu Santo. No basta enseñar el credo; hay que enseñar a creer.
Esta es, quizás, la misión más urgente de la Iglesia en nuestra sociedad secularizada, en la que en muchas ocasiones ni la escuela ni la familia proporcionan un mínimo barniz de cultura cristiana. Todo recae directamente sobre la comunidad creyente y, dentro de ella, sobre los catequistas: no solo el crecimiento y la maduración en la fe, sino también el primer anuncio cristiano para despertar la fe.
Recientemente, en 2021, el Papa Francisco ha convertido la tarea del catequista en un “ministerio” laical estable, “instituido”, al servicio de la comunidad cristiana. Por este mismo hecho, aunque no todos los catequistas reciban el rito de la institución, sí que asumen todos, una tarea reconocida como “ministerio” dentro de la Iglesia.
¿Qué implica esto? Quiere decir que el catequista participa de la autoridad para enseñar que Jesús comunicó a su Iglesia. A todo “ministerio” eclesial le corresponde una vocación, una llamada de Dios a trabajar en su viña, que ha sido discernida y autorizada por la Iglesia. “Vocación” indica que un “ministerio” no es una profesión, sino de una forma de vivir: uno no hace de catequista, sino que es catequista. El discernimiento de la Iglesia convierte al catequista en un testigo cualificado de la fe, un referente para los demás, no solo con lo que dice sino también con lo que hace.
Este año, a principio de curso, la Conferencia Episcopal Española ha lanzado una campaña especial para promover el ministerio del catequista bajo el lema: «Y tú ¿has pensado en ser catequista?». Es una invitación clara y directa que me gustaría que resonase también en nuestra diócesis porque la transmisión de la fe es tarea de la comunidad cristiana. Tras dos cursos marcados por la pandemia, ha llegado el momento de salir a las plazas y a los caminos para anunciar el mensaje de Jesús.
Un objetivo destacado en este curso pastoral será la revisión de nuestro Directorio de la iniciación cristiana (1995) a la luz del Directorio para la catequesis publicado por Papa Francisco durante estos años de pandemia (2020). Este objetivo fue establecido por el XIV Sínodo diocesano en sus conclusiones y orientaciones finales, y lo recoge el Plan pastoral del quinquenio 2019-2024.
Espero que este trabajo, en el que estarán involucrados los consejos diocesanos, tanto el presbiteral como el pastoral, revitalice la catequesis en todas las parroquias y colegios, y que haya muchas personas que escuchen la llamada del Señor a compartir y transmitir su fe con las siguientes generaciones. Es muy importante que todos los cristianos puedan completar la iniciación cristiana con los sacramentos del bautismo, la confirmación y la eucaristía, de modo que a ninguno le falte la gracia necesaria para confesar su fe con firmeza, comprometerse en el servicio de la caridad y vivir con esperanza en medio de este mundo.
La sinodalidad, caminar juntos, que es nuestro modo de ser Iglesia, nos abre a la sorpresa de descubrir que detrás de cada acción pastoral hay personas concretas comprometidas. La comunión en la Iglesia se manifiesta, sobre todo, en la colaboración en su misión evangelizadora. La participación plena no es pasiva, sino activa. Para llevar el anuncio del evangelio hasta el fin del mundo y hasta el final de la historia se necesita el compromiso de los cristianos, cada uno en su puesto, pero todos remando en la misma barca.
Los cristianos somos discípulos misioneros: nos formamos como cristianos a la vez que evangelizamos. No se trata de dos momentos diferentes de crecimiento en la fe: primero discípulo y luego misionero. Son coincidentes. En el momento en que dejemos de ser discípulos, de tener inquietud por aprender y seguir a Jesús, dejamos de hacer con responsabilidad nuestra misión; y, paralelamente, si no comunicamos nuestra fe, se apaga en nuestro interior.
Tenía un famoso profesor de Sagrada Escritura, Luis Alonso Schökel, que nos decía que no aprenderíamos de verdad nada hasta que no lo enseñemos a otros.
Y qué verdad es esa: mientras no procesemos la fe como propia para comunicarla a los demás, no la vivimos en plenitud. Comunicar lo que sabemos corona cualquier aprendizaje.
Con mi bendición.
+ Jesús Pulido Arriero
Obispo de Coria-Cáceres