Carta del obispo de Léon: «Pentecostés 2022»

Con motivo del proximo día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar, Luis Ángel de las Heras recuerda que «la misión laical es imprescindible para recibir un nuevo Pentecostés»

luisangeldelasheras

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Queridos hermanos y hermanas:

Comenzamos el mes celebrando la solemnidad de Pentecostés el primer domingo, 5 de junio, Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar. Es una jornada para experimentar y renovar la unción del Espíritu Santo, su fuego en el corazón y el envío evangelizador, destacando a todos los bautizados laicos que, de muy diversas y ricas maneras, caminando juntos con los pastores y las personas consagradas, viven y comparten su vocación y misión en la Iglesia para el mundo.

El lema «Sigamos construyendo juntos. El Espíritu Santo nos necesita», que propone la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida, nos invita a «seguir construyendo juntos el gran reto y desafío pastoral de la sinodalidad que nos propone el papa Francisco».

En este proceso de sinodalidad, tenemos la oportunidad de recordar y actualizar el sacramento del bautismo como fundamento teológico de la eclesiología de comunión que queremos edificar. Todos los bautizados somos miembros de pleno derecho de la Iglesia. Desde aquí, la vocación laical proyecta su vida y acción misionera con una indispensable participación corresponsable.

La misión laical, mediante la pertenencia a movimientos, asociaciones, cofradías, grupos y comunidades en las parroquias, arciprestazgos y diócesis, es tan valiosa como imprescindible para prepararnos y recibir un nuevo Pentecostés como Pueblo de Dios de comunión fraterna en camino evangelizador misionero y samaritano.

Damos gracias a Dios por todos los laicos que evangelizan en su familia, en su trabajo, entre sus amigos y vecinos, que se forman y comprometen en las innumerables iniciativas asociacionistas y pastorales. La Iglesia cuenta con cada uno de ellos para seguir caminando y promoviendo espacios en los que todos nos sintamos partícipes y corresponsables, dispuestos a sanar heridas propias y ajenas, a dialogar y escuchar profundamente, acogiendo a quienes piensan de modo distinto, a crecer en humildad y confianza, a creer y practicar cuanto decimos.

Además, a través de cada bautizado laico podemos llegar mejor a todos los hombres y mujeres de nuestra sociedad que no conocen a Cristo, que sufren por cualquier causa, que no encuentran respuestas a tantas dudas como las vicisitudes de estos tiempos suscitan o que tienen prejuicios hacia los cristianos y la Iglesia. De igual modo, pueden ayudar a los bautizados no practicantes o a quienes participan mínimamente o se encuentran desencantados de su madre, la Iglesia.

Finalmente, todos los hermanos y hermanas con vocación laical pueden celebrar este Pentecostés en el camino sinodal con el gozo de vivir a la escucha del Espíritu Santo. Esta escucha está sirviendo para descubrir hacia dónde nos lleva el Señor y para dar un impulso a la conciencia de presente y futuro de un Pueblo de Dios en salida que da testimonio de la alegría y la esperanza del encuentro con Jesucristo y su Evangelio.

Caminamos y oramos juntos con María, la Virgen del Camino, a la espera de un nuevo y fecundo Pentecostés, en el que el Espíritu Santo nos necesita a todos y cuenta con la ilusión y el entusiasmo evangélico y misionero de los laicos.

Con mi afecto y bendición.

+ Luis Ángel de las Heras, cmf

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