Carta del obispo de Lleida: «Paz y austeridad en Adviento»
En su carta de esta semana, Salvador Giménez Valls propone estas dos realidades, tan relacionanadas con la actualidad, como base de nuestra preparación en el Adviento
Madrid - Publicado el
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Para el tiempo del Adviento de este año relaciono dos palabras que aparentemente tienen poco que ver: la paz en el mundo y la austeridad personal y familiar, solicitada por las autoridades competentes. Sin embargo para los cristianos tienen una significación especial. Es un tiempo de preparación para celebrar conscientemente la Navidad. El Nacimiento de Jesucristo, el Príncipe de la Paz; el nacimiento de un Niño en un pesebre, rodeado de sus padres, de unos animales domésticos y de unos ángeles. Acuden a adorarlo unos pastores; para un nacimiento, más austeridad, imposible.
La razón por la que propongo estas dos realidades es la invasión comunicativa que recibimos estos días en nuestros oídos y en nuestros domicilios. No lamento la comunicación porque es mucho más impresionante la realidad que significa. La guerra de Rusia contra Ucrania refleja una dimensión de muerte y destrucción que llena de horror y temor a toda la población del planeta por las repercusiones económicas y alimentarias hacia terceros países y por las imágenes desoladoras de ciudades y equipamientos energéticos y viarios que se transmiten de forma constante.
La segunda realidad, reiterada también desde todos los medios, es la austeridad en la utilización de los recursos de luz, gas y otros combustibles que tanta falta hacen en todas las economías familiares; no digamos la carencia de alimentos para algunos y las sobras para otros. Nos recuerdan todos que la inflación es una carga excesivamente pesada para la gran mayoría de hogares, sobre todo para los más frágiles de nuestra sociedad. Y que todos estamos obligados a reducir o a suprimir algunos elementos cotidianos para favorecer la permanencia para las futuras generaciones y, sobre todo, para que llegue lo necesario para todos los hogares actuales.
La paz es una exigencia para la supervivencia de los pueblos y de la humanidad en general y un deseo colectivo que aspira a que se haga realidad. El Concilio Vaticano II, en la constitución Gaudium et Spes, describe los peligros de la guerra y propone renovadas actitudes de los cristianos para afrontar esta dura realidad; dedica varios números (77-82) a ello. Sólo dos pequeñas citas: (La paz) “Es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que los hombres… han de llevar a su madurez”. Y más adelante hace un llamamiento a los dirigentes del mundo para que protejan el bienestar y la propia vida de todos los ciudadanos. También tienen textos preciosos los últimos papas, desde san Juan XXIII hasta Francisco, quien en los últimos meses no para de clamar por la paz para todos los rincones del orbe.
Nosotros nos preparamos en este Adviento para ser pacíficos y pacificadores recordando una de las bienaventuranzas del Señor y, al mismo tiempo, pedimos por la paz.
La austeridad es una dimensión más concreta y más personal. Depende de la responsabilidad de cada cual. Es cierto que no es lo mismo la decisión por el conjunto de circunstancias exteriores que la carencia de lo mínimo para poder vivir y sostener a la familia. Las limitaciones de unos y los dispendios de otros. He ahí otra desigualdad. Viajes, fiestas, caprichos culinarios se multiplican en estas fechas a pesar de vivir en general en situaciones complicadas de reducción o, lo que es peor, de privación de los elementos indispensables para una existencia digna. He ahí la solidaridad.
Nosotros nos preparamos en este Adviento para ser austeros y que esa actitud nos lleve a la compasión hacia los semejantes y a compartir lo propio con los más necesitados. Seguramente esto depende de nosotros y la paz nos queda muy lejos de nuestra propia responsabilidad. Pero no nos cansemos de pedir por la paz y de hacer un esfuerzo por la austeridad solidaria. Viviremos mejor la Navidad.
+ Salvador Giménez Valls
Obispo de Lleida