Carta del obispo de Segorbe-Castellón: «Mayo, el mes de María»
Ahora que empieza el mes de Maria, López Llorente nos recuerda en su carta que, como dice el Papa, «no es signo de madurez cristiana creer superada la devoción a la Virgen»
Madrid - Publicado el
3 min lectura
Mayo es el mes especialmente dedicado a la Virgen María en toda la Iglesia. Durante treinta días la mostramos nuestro cariño con flores y cantos, la rezamos, le agradecemos su presencia en nuestra vida personal, familiar y eclesial, invocamos su protección, nos sentimos amados por ella y damos gracias a Dios por tan buena Madre.
María es la Madre del Hijo de Dios según la carne. Gracias a su elección divina y a su fe confiada en Dios, concibió al Hijo de Dios en su seno virginal por obra del Espíritu Santo. Así la celebramos este primer domingo de mayo en Castellón de la Plana; ella es la Mare de Déu del Lledó, la reina y patrona de Castellón.
Maria es también nuestra Madre, la madre de todos los creyentes y de la Iglesia. San Juan nos dice que junto a la Cruz de Jesús estaba su madre. Y desde la Cruz, Jesús, en la persona de Juan, nos la da y confía como madre espiritual: “Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Luego, dijo al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio” (Jn 19, 26-27).
Desde el mismo inicio de la Iglesia, la Virgen María está siempre presente en la vida de los cristianos y de la comunidad cristiana. Su presencia es como la de una buena madre en la familia, que ama, consuela, protege y alienta; ella ayuda a formar y mantener unida la comunidad cristiana. Su presencia es muchas veces imperceptible, pero no deja de ser real y eficaz, sosteniendo a todos con su amor e intercesión.
Como nos ha dicho el Papa Francisco no es signo de madurez cristiana creer superada la devoción a la Virgen. Mayo es un mes para contemplar a la Virgen Maria en su maternidad, en su fe fiel y confiada en Dios, en su entrega generosa a su Hijo y en el camino de nuestra vida y misión como cristianos y como Iglesia del Señor. Como ocurrió en los primeros momentos de la Iglesia, cada uno de nosotros y la Iglesia entera, estamos en su corazón; ella cuida de nuestras personas y de nuestras vidas, de nuestros afanes y de nuestras tareas; ella ora con y por nosotros y nos alienta en nuestra misión evangelizadora como lo hizo con los Apóstoles. María camina siempre con nosotros y nos alienta en nuestros gozos y esperanzas, en nuestros sufrimientos y dificultades..
María es la humilde esclava del Señor, la Madre que nos da a Dios, la primera discípula de su Hijo, el modelo perfecto a imitar para seguir y anunciar a Cristo. A Ella nos encomendamos. La Virgen dirige nuestra mirada hacia Jesús y nos lleva al encuentro o reencuentro personal y comunitario con Cristo Jesús para que recuperemos la alegría del Evangelio; no deja de decirnos: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5).
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón