Carta del obispo de Tarazona: «El Evangelio del Trabajo»
Vicente Rebollo reflexiona hoy sobre el trabajo y rescata la enciclica de san Juan Pablo II Laboren Exercens, en la que subraya que el protagonista del trabajo es el hombre
Madrid - Publicado el
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Esta expresión la usó el papa S. Juan Pablo II en 1981, en su encíclica sobre el trabajo “Laboren Exercens”, con ella quiere manifestar cómo el fundamento para determinar el valor del trabajo no es el tipo de trabajo que se realiza, si no el hecho de quién lo ejecuta, la persona. (L.E. 6) San Juan Pablo II fue un trabajador en su país Polonia, antes de ser sacerdote. Conocía muy bien lo que significaba trabajar duro, las relaciones laborales y cómo se desarrollaba en el régimen comunista. Al cumplirse los 90 años de la encíclica “Rerum Novarum” del Papa León XIII, el pontífice de la cuestión social, quiso San Juan Pablo II dedicar esta encíclica al trabajo humano, subrayando que el protagonista del trabajo es el hombre.
El Génesis nos presenta a Dios trabajando en la creación y luego invita al hombre a que continué con su trabajo la obra de la creación que Él había iniciado. Nunca aparece el trabajo como un castigo, sino como un elemento importante que dignifica al hombre. En estos tiempos actuales, la escasez de trabajo hace que ya no se vea como un castigo, sino como un bien escaso al que todos aspiran como medio para llevar una vida digna. Jesús mismo, nos dice el Evangelio, dedicó la mayor parte de su vida a trabajar, con sus manos en el hogar de Nazaret.
El trabajo es mucho más que un medio de subsistencia, es un bien moral, porque cumplimos el mandato del señor en la creación, nos ayuda a mejorar y transformar el mundo y es un acto de entrega a los demás, a la familia, a uno mismo. De ahí, la obligación de desempeñar bien nuestro propio trabajo. Insiste también el Papa que el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo (L.E. 6). El trabajo no debe esclavizar al hombre, sino ayudarle a ser mejor persona. Las condiciones laborales deben ser dignas y los salarios justos para que la persona se siente realizada en él. Aspecto importante son también las relaciones laborales, el otro no es alguien que compite conmigo si no un compañero. El empresario, el empleador no es un enemigo, es también un trabajador. Debe superarse la dialéctica obrero-empresario y también, lo que se denomina la lucha de clases, no es evangélico; como tampoco lo es ver al empleado como un simple servidor. Es de alabar que los derechos de los trabajadores estén cada vez más protegidos y defendidos.
Al hablar del trabajo, también tenemos que pensar en los que no lo tienen o en los que no pueden vivir de su trabajo por escaso o deficiente. Sin duda, el problema del paro es una lacra social, deshumaniza a la persona, impide el desarrollo de la familia y de la sociedad. Ojalá no se escatimaran esfuerzos para crear puestos de trabajo, se ayude a los que los crean y la solidaridad sea la característica del mundo del trabajo.
Mañana se celebra la conmemoración de San José obrero, quien con su trabajo supo ser fiel a Dios y sacar adelante su familia. Se le considera el patrono de los trabajadores. Por eso ponemos bajo su protección el mundo laboral, que todos puedan tener un trabajo digno; que San José interceda para que el evangelio del trabajo sea una realidad cada vez más cierta.
+ Vicente Rebollo
Obispo de Tarazona