Carta pastoral del obispo de Ciudad Real: «Para salvarse es necesario entrar por la puerta estrecha»
Gerardo Melgar reflexiona sobre el Evangelio del Domingo 21 de agosto: "La salvación es, nada más y nada menos, que estar en Dios, y vivir la vida diaria desde Dios ya ahora"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Las antiguas ciudades estaban amuralladas y tenían varias puertas de acceso; por supuesto, estaba la puerta principal por donde podían entrar todo tipo de animales, cargas, productos y cualquier otro objeto necesario para la vida de los ciudadanos. Cuando la ciudad amurallada era atacada, lo primero que se cerraba era el portón principal y solamente quedaban para acceder al interior unas pequeñas puertas estrechas. Por estas puertas no podía pasar nada más que una persona y de lado. No podía llevar nada en sus manos, nada sobre sus espaldas. La puerta estrecha era el lugar por donde solamente podía pasar una sola persona.
La salvación que Cristo ofrece nos exige pasar por la puerta estrecha. Así se expresa Jesús en el evangelio de este domingo.
La salvación futura es un tema que hoy no preocupa a muchas personas porque creen que solo existe la salvación del momento, del aquí y del ahora.
En los medios actuales de comunicación social no aparece nunca una referencia a la salvación que nos trae Jesús.
Si preguntáramos a muchos cristianos en qué consiste la salvación de la que Cristo habla, probablemente tampoco sabrían qué respondernos.
La salvación es, nada más y nada menos, que estar en Dios, y vivir la vida diaria desde Dios ya ahora en esta vida, una vida que viviremos en plenitud después de la muerte.
Cuando aquel que lo encuentra por el camino le pregunta a Jesús sobre el número de personas que se salvan, Jesús no habla de ningún número, pero sí le dice las condiciones para salvarse, el estilo que cada uno debe vivir en esta vida para poder salvarse.
La respuesta tiene que dársela a sí mismo cada persona, descubriendo si su estilo de vivir es el estilo de vida de Jesús, si lo que es fundamental para Jesús lo es también para él. Si la respuesta es positiva, ya se está sintiendo salvado.
Los requisitos que Jesús nos propone no son fáciles, y menos para vivirlos en el mundo donde nos movemos, en el que lo que se persigue es la comodidad, la ley del mínimo esfuerzo y el resultado rápido y eficaz.
Él nos habla de entrar por la puerta estrecha e invita a ir por este camino y por esta puerta estrecha, la que supone olvidarnos, despojarnos de nosotros mismos, de nuestros caprichos y egoísmos para vivir desde lo que Dios nos propone.
La puerta estrecha no es como algunos pueden creer, una vida llena de sufrimientos, privaciones y sacrificios. El cristianismo no es un club de masoquistas donde disfruta más quien más sufre.
La salvación supone la aceptación de Jesús, su vida y su proyecto. La puerta estrecha es el encuentro con nosotros mismos en la soledad de nuestro interior, donde se fragua la aceptación de Cristo. Es la conversión personal que pide ajustar nuestra vida a la propuesta de Cristo.
Pasar por la puerta estrecha es abandonar todo lo mundano que compone nuestras vidas y llenarlas solo de Dios, sin más equipaje, porque él es el único que puede saciar realmente las aspiraciones humanas más profundas, eso es pasar por la puerta estrecha.
Esto nos hace estar alerta porque en las sociedades cristianas tenemos el peligro de pensar que nuestra forma de vivir la fe es la más auténtica, la más verdadera, pero a veces la hemos acomodado tanto a nuestros intereses, a nuestras cosas y objetivos, que hemos hecho de ella una fe descafeinada, que no se parece a la auténtica.
Tenemos que estar alerta para vivir una fe llena de Dios y no de nuestros proyectos y presupuestos humanos porque Dios no reconoce a los que viven una fe así.
Vivir la fe con alegría y optimismo dejándonos llevar por la voluntad de Dios y no por los afanes de este mundo. Cuando lo hacemos así, nuestra vida es una vida plena, realizada, propia de quien vive ya desde ahora la salvación que Cristo promete poseer en plenitud junto a Dios en la otra vida.
+ Gerardo Melgar Viciosa