Carta del obispo de Coria-Cáceres: «La familia, sacramento y germen de vida nueva»
En su escrito semanal, Jesús Pulido hace una defensa de la familia y recuerda que ésta «no es solo una célula básica y beneficiosa para la sociedad, sino también un sacramento»
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Querido hermanos:
Es una gran satisfacción para mí ir descubriendo la gran riqueza dones y carismas que suscita el Espíritu santo en nuestra diócesis. Estas últimas semanas he tenido diversos encuentros con grupos de pastoral familiar y matrimonial. La alegría y la vida que transmiten son parte integrante del anuncio del evangelio. Jesús comparó con frecuencia el Reino de los cielos con un banquete de bodas, y muchas de sus parábolas hablan de la relación de padres e hijos, para que podamos barruntar la grandeza del amor de Dios.
Estamos en el Año “Familia Amoris Laetitia”, convocado por el Papa Francisco en el V aniversario de la publicación de la exhortación apostólica sobre el amor en la familia, que pretende "un renovado y creativo impulso pastoral para poner a la familia en el centro de la atención de la Iglesia y de la sociedad". Ya está cercana su clausura, que será el próximo 26 de junio, en Roma, con el X Encuentro Mundial de las Familias con el Santo Padre. También en nuestra diócesis la Delegación de Familia y Vida está organizando diferentes actividades con este motivo.
Desde la Constitución pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, la Iglesia ha insistido constantemente en su Magisterio en la importancia del matrimonio y la familia para el mundo actual. Baste pensar que, desde entonces, se han convocado tres Sínodos de los Obispos sobre este tema, y se han publicado dos exhortaciones apostólicas, Familiaris consortio, de san Juan Pablo II, y la ya citada Amoris laetitia, del Papa Francisco. En todas ellas, el matrimonio es definido como la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer, abierta al don de la vida.
En la mirada de la Iglesia, la familia no es un problema para la sociedad, sino la solución para la mayoría los problemas sociales, como hemos podido comprobar en las crisis económicas y, más recientemente, durante la pandemia. La familia se ha tenido que reconvertir en la escuela para los niños, en el hospital para los mayores, incluso en la Iglesia para la catequesis y la oración… Es el reducto que resiste y se mantiene en pie cuando todo lo demás pone restricciones de acceso.
El amor es la base de su unión, más fuerte que cualquier contrato social o estatal. Reforzarla contribuye a unir vínculos entre generaciones (padres, abuelos, hijos) y a superar la discriminación de sexos o de otro tipo. En ella las dificultades físicas, psicológicas o espirituales encuentran siempre atención y cuidado. Y, sin embargo, a veces da la impresión que nuestra sociedad favorece más su desparición que su fortalecimiento.
Para nosotros cristianos, la familia no es solo una célula básica y beneficiosa para la sociedad, sino también un sacramento, una vía privilegiada de comunicación de la gracia de Dios junto con la transmisión del don de la vida. Dice el papa Francisco: “La pareja que ama y genera la vida es la verdadera «escultura» viviente —no aquella de piedra u oro que el Decálogo prohíbe— capaz de manifestar al Dios creador y salvador. Por eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de la realidad íntima de Dios. La relación fecunda de la pareja se vuelve una imagen para descubrir y describir el misterio de Dios Trinidad” (AL 11).
El domingo próximo celebramos la fiesta de la Trinidad, comunión de amor, cuyo reflejo viviente en la tierra es la familia (ibid.). Para la encarnación de su Hijo, engendrado antes de todos los tiempos, Dios preparó en la tierra una familia. La familia de Nazaret y la Trinidad comparten la misma persona del Hijo. Esta es la grandeza de la familia cristiana: que es imagen del Dios uno y trino. Dios no es una persona sola, sino tres personas en uno, y la comunión de personas en la familia refleja esa unidad que no se rompe con la diversidad, sino que se enriquece con la complementariedad.
Doy gracias a Dios por la pastoral familiar de nuestra diócesis y pido a todos que apoyemos con nuestra oración, sobre todo la oración familiar, y con nuestra colaboración y apoyo a los grupos de familias y matrimonios, que son germen de vida nueva, donde “la fe se mezcla con la lecha materna”.
Con mi bendición,
+ Jesús Pulido Arriero
Obispo de Coria-Cáceres