Carta pastoral de Mons. César Franco: «Cuenta lo que has visto y oído»
El obispo de Segovia reflexiona sobre el mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones que se ha celebrado este domingo, 24 de octubre
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En el Mensaje del Papa Francisco para el DOMUND de este año, que celebraremos el domingo 24 de Octubre, exhorta a todos los cristianos a vivir la misma compasión de Cristo con la necesidad que el mundo tiene de redención. Recordando la experiencia de los apóstoles que, según dice el libro de los Hechos de los Apóstoles (4,20), no podían dejar de hablar de lo que habían visto y oído, nos invita a poner el amor en movimiento y comunicar a los demás la alegría de la salvación y los dones que nos ha traído Jesucristo.
Si la experiencia cristiana es auténtica, nos lleva a la misión. Es la forma de agradecer lo que gratuitamente hemos recibido de Dios. «Ponerse en estado de misión, dice el Papa, es un efecto del agradecimiento». Los dones de Dios nunca quedan reducidos al ámbito de quien los recibe, sino que se expanden por la fuerza misma que llevan en sí mismo. Esta expansión y comunicación de la gracia recibida es lo que llamamos misión.
Muchos cristianos se acobardan, a la hora de misionar, ante las dificultades de nuestra sociedad secularizada, descreída, que se olvida de Dios y lo rechaza. A este respecto, el Papa recuerda también que los tiempos del inicio del cristianismo tampoco fueron fáciles. «Los primeros cristianos comenzaron su vida de fe en un ambiente hostil y complicado. Historias de postergaciones y encierros se cruzaban con resistencias internas y externas que parecían contradecir y hasta negar lo que habían visto y oído; pero eso, lejos de ser una dificultad u obstáculo que los llevara a replegarse o ensimismarse, los impulsó a trasformar todos los inconvenientes, contradicciones y dificultades en una oportunidad para la misión».
Debemos, pues, convertir las dificultades en retos, desafíos, ocasiones providenciales para la proclamación del evangelio. Para ello, es preciso «vivir las pruebas abrazándonos a Cristo», como nos pide el Santo Padre. Sin esta comunión con Jesús, en sus padecimientos y en su triunfo, no podemos ser misioneros. Nuestros hermanos cristianos que sufren cada día la persecución, e incluso el martirio, son un estímulo permanente para quienes vivimos en situaciones menos violentas y agresivas.
Dar testimonio de lo que hemos visto y oído exige volver cada día a la experiencia fundamental de la fe cristiana: el hecho de nuestra redención. «Ver y oír» supone que nos adentramos en la contemplación del Verbo de Dios, que nos ha trasmitido lo que ha visto y oído del Padre. Él nos ha comunicado su experiencia de Hijo amado del Padre y nos permite participar en ella a través de la unión personal con él. La misión que nos encomienda es continuidad de la que él ha recibido de su Padre. Por eso, tenemos garantizada la fecundidad de nuestro trabajo, pues Dios no puede negarse a sí mismo ni dejar de actuar en su Iglesia. El debilitamiento de la misión es, en realidad, debilitamiento de nuestra experiencia cristiana, que hunde sus raíces en la experiencia del Enviado del Padre. Jesús nos envía al mundo como fue enviado él por su Padre. El Espíritu de Cristo, dado en Pentecostés, es el Espíritu que nos capacita para llevar adelante la misión. De ahí que no se justifique en los cristianos el desaliento, el escepticismo ni la mediocridad en el anuncio del Evangelio. «En el contexto actual urgen, dice el Papa, misioneros de esperanza». No se trata de un esperanza ingenua, infundada, ni condicionada al éxito que esperamos. Se trata de la esperanza nacida de la fe, que es certeza de la salvación de Cristo y del triunfo de su amor sobre el pecado y la muerte. Es la certeza de que la Iglesia, alentada por el Espíritu, siempre camina hacia la plenitud de la gracia que Dios ofrece a cada hombre, a la humanidad entera.
Animo, pues, a los cristianos de Segovia a testimoniar con hechos y palabras lo que han visto y oído cuando Cristo salió a su encuentro y les concedió la gracia de ser redimidos por él, llamados a la vida eterna.
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