El legado de Benedicto XVI

Jesús Pulido recuerda esta semana que el legado de Joseph Ratzinger supera el tiempo de su pontificado y seguramente seguirá iluminando la vida de la Iglesia en los años por venir

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El próximo día 16 de enero celebraremos un funeral por el eterno descanso del Papa emérito Benedicto XVI en la Catedral de Coria y al día siguiente, 17 de enero, haremos lo propio en la Concatedral de Cáceres. Invito a todos -sacerdotes, religiosos, lacios- a participar en esta expresión de amor a la Iglesia, la barca de Pedro, que, bajo la acción del Espíritu santo, en cada momento de la historia está guiada por el Santo Padre que más nos conviene.

Durante 8 años, de 2005 a 2013, la fe de Benedicto XVI/Joseph Ratzinger ha sido la roca sobre la que se ha edificado la Iglesia. Él ha sido el primer Papa totalmente del siglo XXI. Con su magisterio ha querido confirmar, afianzar, arraigar la fe en la sociedad y en la cultura globalizada de nuestros días, que se ha vuelto recelosa de sus orígenes cristianos. En la homilía de la misa con motivo del inicio oficial de su ministerio como obispo de Roma el 24 de abril de 2005, pronunciaba, para concluir, estas palabras tan significativas: “¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida”. El Papa Benedicto XVI ha pretendido abrir las puertas de nuestro siglo a la fe en Jesucristo, que no es una teoría ideologizada ni una norma opresiva, sino el encuentro personal con Él, en quien Dios se ha hecho cercano, accesible al ser humano y a sus vicisitudes. Frente al relativismo y al escepticismo imperante, Joseph Ratzinger se ha esforzado toda su vida por mostrar que creer no es un acto irracional o puramente subjetivo y privado, que la fe ilumina toda la realidad desde el amor. Sus ricas reflexiones sobre las raíces cristianas de Europa muestran lo que la fe podría aportar a la vida y a la convivencia entre los pueblos. La verdad auténtica no procede de nosotros por consensos; nos precede; no se inventa; se descubre.

La Jornada Mundial de la Juventud de 2011 en Madrid tenía un lema claramente 'ratzingeriano' “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”. En España, el Papa Benedicto XVI dejó un claro mensaje resonando en nuestros corazones: “Hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado… Nosotros, en cambio, sabemos bien que hemos sido creados libres, a imagen de Dios, precisamente para que seamos protagonistas de la búsqueda de la verdad y del bien, responsables de nuestras acciones, y no meros ejecutores ciegos”.

El legado de Joseph Ratzinger, su patrimonio espiritual en diálogo con la ciencia y la filosofía, supera el tiempo de su pontificado y seguramente seguirá iluminando la vida de la Iglesia en los años por venir. El nombre que eligió para su ministerio petrino, “Benedicto”, no ha eclipsado su nombre de pila y su apellido: Joseph Ratzinger. Pocos saben qué nombre pusieron sus padres a Juan XXIII, a Pablo VI, a Juan Pablo I o incluso a Juan Pablo II. En cambio, difícilmente habrá quien no sepa que Benedicto XVI es Joseph Ratzinger, el Papa Ratzinger. Nos ha dejado un magisterio como teólogo, que precedió, acompañó y seguirá después de su magisterio como Pastor.

El Sumo Pontífice tiene un ministerio de unidad en la fe y de comunión en la Iglesia. En este sentido, unirnos como diócesis los días 16 y 17 de enero para pedir por el eterno descanso del Papa emérito será su último servicio a la unidad y nuestra postrera muestra de adhesión a su persona y a su magisterio.

Con mi bendición,

+ Jesús Pulido Arriero

Obispo de Coria-Cáceres

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