Ver a la Virgen
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Asegura el sacerdote y periodista Juan Antonio Gracia en una entrevista al semanario ‘Iglesia en Aragón’, que El Pilar de Zaragoza “es el único templo del mundo en el que la gente reza con los ojos”. Y no le falta razón. “Voy a ver la Virgen”, se escucha con frecuencia. Da igual que uno acuda a misa todos los domingos o que no recuerde la última vez que comulgó: a la Pilarica, como se dice con cariño, no la toca nadie.
Ella es la Madre que acoge, escucha y sana sin pedir nada a cambio. “Voy a ver a la Virgen” supone un canto de esperanza, una forma de expresar un encuentro personal con María. Cara a cara, sin intermediarios. Porque, ¿quién no necesita liberarse de sus angustias y ser consolado? Una enfermedad, un puesto de trabajo, un viaje… Todo cabe en el diálogo con nuestra madre del cielo.
El Pilar es testigo de multitud de citas a corazón abierto. Que se lo pregunten al exfutbolista Toni Doblas, quien hace dos semanas revelaba en Twitter un secreto de sus días en la capital aragonesa: “Pasar por Zaragoza y no venir a verla significaría que has olvidado lo mucho que le has confesado”. Junto a una foto del interior de la basílica, Doblas incluía dos cariñosos hashtags: #partedemivida y #misegundacasa.
Manto protector
No cabe duda de que la Virgen del Pilar –patrona de la Hispanidad– es parte esencial de la vida de la ciudad y de la de los cinco millones de personas que la visitan cada año a orillas del Ebro. Gente de distintas lenguas y culturas que se pone bajo su manto protector. ¿Tradición, devoción? Cada peregrino lleva una historia en su mochila, pero todos encuentran paz y armonía. Por eso vuelven.
Se trata de un encuentro íntimo que, como recuerda el arzobispo D. Vicente Jiménez Zamora, empuja a una vida más humana y evangélica: “Ella nos ayuda a no dejarnos dominar por el miedo y la desesperanza, a comprometernos con pasión en la construcción de un mundo en paz, más justo, más fraterno, más solidario”. Solo Dios sabe cuántas almas se han acercado a él gracias a esta intercesión mariana.
Este viernes, como cada 12 de octubre, Día del Pilar, tiene lugar en Zaragoza el encuentro con la Virgen más multitudinario, emocionante y festivo: miles de personas de todo el mundo participan en una ofrenda que convierte a la ciudad en un río de flores con alma. Desde al alba hasta el anochecer. Nadie quiere faltar al encuentro con una madre que espera la visita de sus hijos.