El mensaje de Mons. Mario Iceta en 'Camino de Pascua': "Levántate de entre los muertos y Jesús te iluminará"

El Arzobispo de Burgos ha reflexionado sobre el milagro de la curación del ciego de nacimiento, que se narra en los Evangelios

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Redacción Religión

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El Arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta, ha compartido en ‘Camino de Pascua’ su reflexión sobre este tiempo litúrgico de la Iglesia que vivimos con la Cuaresma. Concretamente, ha girado su reflexión en torno al milagro de la curación del ciego de nacimiento, que se narra en los Evangelios.

Con 'Camino de Cuaresma' TRECE, fiel a los valores del humanismo cristiano, a una Iglesia abierta y cercana, propone a la audiencia que recorra un camino de penitencia y recogimiento que termina con el gozo y la alegría de la Pascua, de la Fiesta de la Resurrección. En esta línea, Mons. Iceta ha compartido con los espectadores la Palabra de Dios.

El mensaje de Mons. Mario Iceta

Me piden que comente el pasaje del ciego de nacimiento. Me gustaría dividir estas palabras en cuatro ideas fundamentales.

La primera, una afirmación del Señor. “Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo”. Vemos estos tiempos de pandemia y dificultad como un tiempo de oscuridad, donde la gente vive en desesperanza, con temor y miedo en el futuro. Hemos visto pasar de cerca la muerte, quizás familiares o seres queridos han fallecido. Personas que viven pensando si podrán trabajar o no.

Por eso, hoy necesitamos más que nunca de la luz, la luz del mundo. Para caminar, necesitamos la luz. El Señor se presenta ante el ciego de nacimiento, que no sabía quien era el Señor: “Habiendo dicho esto, escupió en la tierra, hizo algo de barro con la saliva, y lo puso sobre los ojos del ciego. “Vete”, le dijo, “lávate en la Piscina de Siloé”. Así que el hombre se fue y se lavó, y volvió a su casa viendo.

Curiosamente esto nos recuerda al Génesis, al inicio de la Creación. Es un signo bautismal, un signo pascual. El nacimiento en el Bautismo. Esta imagen conmovedora del ciego de nacimiento somos uno de nosotros que buscamos ser iluminados e introducirnos en la nueva Creación. El ciego no sabe bien lo que le ha pasado ni quien le ha curado, mientras los fariseos le preguntan lo ocurrido. El corazón de lso fariseos se va encerrando y preguntan qué ha ocurrido. Pero el corazón del ciego se va abriendo al Señor. De ahí esas palabras curiosas de Jesús, “he venido a un juicio a este mundo, para que los que no vean, puedan ver”.

“Vengo también para que los que ven, se queden ciego”, afirma Jesús. Recuerda al Apocalipsis, cuando el Señor dice piensas que eres rico y eres pobre. Cómprate colirio en los ojos para que veas tu desnudez, para que veas que te falta la luz y el amor del Señor.

Benedicto XVI comentaba este pasaje como aquellos que, fruto de la ideologias, creen que ven y luego no ven. Y cuando s encuentran con el Señor a esas ideologías aparecen como ciegas y opacas. Necesitamos la luna del Señor tanto en la mente como en el corazón.

San Pablo, en la carta a los efesios, decía: “Vivid como hijo de la luz porque toda bondad, justicia y verdad proceden de la luz”. Es una transformación en el actuar. Esos son los frutos de la luz. No viváis en las obras de las tinieblas. Hoy en día vemos gente que vive esas obras que no iluminan, que no son misericordia, que no son solidaridad ni entregarse a los demás. En cambio, los frutos del Espíritu Santo son bondad, justicia, amor, misericordia. Por eso, San Pablo utiliza la oración “despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Jesús te iluminará y te hará despertarte de la modorra de la que a veces vivimos”.

El profeta Isaías tiene un texto hermoso que nos dice cómo debemos ser luz para los demás una vez nos hemos iluminado. Por ello, Isaías remarcaba que el ayuno que quería es el de soltar las cadenas injustas, desatar las correas, romper los yugos, partir el pan con el hambriento, vestir al desnudo... y entonces surgirá tu luz como la aurora y curarán tus heridas y tu carne se sanará.

Es importante transformar en luz las tinieblas que generan desesperanza y tristeza. Es importante ser luz para los demás. El Papa Francisco decía que el cristiano es como el misterio de la luna, es una luz que refleja que Cristo está en nuestro corazón.

Estamos en este tiempo de Cuaresma, que es un camino en el éxodo del desierto, un camino bautismal hacia la luz de la Pascua.

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