El obispo de Almería alaba la generosidad de Dios: "No quiere la muerte del malvado, sino su arrepentimiento"
El obispo de Almería, Don Adolfo González, ha reflexionado sobre el evangelio de este miércoles de Cuaresma, 18 de marzo
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El obispo de Almería, Don Adolfo González, ha reflexionado sobre el Evangelio de este miércoles de Cuaresma, 18 de marzo;
“Queridos hermanos y hermanas, amigos todos. Estamos en la tercera semana de Cuaresma. La palabra de Dios es la vía del Hombre, porque vive de la Palabra que sale de la boca de Dios. Por eso, la Primera Lectura de este miércoles, un fragmento del primer discurso de Moisés a Israel, recoge la historia de la liberación de la esclavitud de Egipto y la travesía del desierto camino de la libertad y de la tierra prometida. En esta trayectoria, Dios se revela en el Monte Sinaí, donde entrega las tablas de la ley a Moisés.
El gran profeta y caudillo de Israel pondera la grandeza de la ley divina porque contiene la voluntad de Dios, que siempre es beneficiosa para el Hombre. Dios quiere la plena felicidad del Hombre, no quiere la muerte del malvado, del pecador, sino su arrepentimiento y su retorno a los mandamientos, garantía de eterna felicidad. Los mandamientos son el efecto, manifestación de esa bondad sabia de Dios que ha creado al Hombre y le ha ofrecido un destino de vida para siempre. Dice San Pablo que todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y solo se salvan de la redención porque, desgraciadamente, desde los orígenes estamos inclinados al mal y nos cuesta cumplir los mandamientos y sin embargo la ley divina manifiesta la mucha misericordia de Dios.
Por eso, Jesús dice en el Evangelio de San Mateo que no ha venido a abolir la ley sino a darle cumplimiento, hacer de ella una ley del espíritu que vivifica a quienes se adhieren a la voluntad de Dios. Jesús dice a sus discípulos la noche de la última cena, “si me amáis guardareis mis mandamientos como yo guardo los mandamientos de mi Padre”.
Los mandamientos son el camino que lleva a Dios y garantiza la vida duradera del hombre. Se ha de cumplir en situaciones de vida ordinaria, y también en las ocasiones extraordinarias, cuando la enfermedad y la desgracia se ciernen sobre nosotros, como sucede en estos días en que la epidemia y el contagio de la infección pide de nuestra parte disciplina, observando cuanto la autoridad prescribe para vencer la expansión infecciosa del virus. Como pide disposición para el servicio, estar pronto para socorrer a quien lo necesita. A los que están cerca de nosotros, ciertamente, pero también a los más alejados, a los que no pueden valerse por sí mismos, y a los que viven solos sin otro auxilio que la amorosa caridad de los demás. Que así nos lo conceda el Señor, por intercesión de la Virgen María, Salud de los enfermos, y San José su esposo, Patrón de la Iglesia, y de las vocaciones sacerdotales en esta víspera de su fiesta. Que así sea".