El obispo de Tarazona vive la Cuaresma: "Jesús nos pide que abramos nuestro corazón para descubrirle"
Don Eusebio Hernández reflexiona sobre el pasaje del Evangelio de este lunes de Cuaresma, 16 de marzo
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El obispo de Tarazona, Don Eusebio Hernández, ha dejad su reflexión sobre el Evangelio de este lunes de Cuaresma, día 16 de marzo, donde Jesús vuelve a su ciudad natal, Nazaret.
“Acabamos de escuchar en el Evangelio que Jesús vuelve a Nazaret. Era su pueblo, donde se había criado, donde había vivido con sus padres. Él, al volver, sabe que no es bien recibido. No obstante, vuelve. Jesús reitera su invitación al pueblo para que se convierta, para que descubran esta Nueva que Él trae, el Evangelio que será camino de salvación para su pueblo. Pero el pueblo, encerrado en sí, egoísta, opuesto a la vida de Jesús, a todo aquello que Él podía traer, no lo recibe y por eso intentan, hasta precipitarlo. Jesús, con su honradez, con su hombría, con su valentía, con su coherencia de vida, pasa entre ellos y no se deja precipitar por el precipicio. Jesús es el gran profeta de Dios, el transmite lo que Dios le es, él es Dios y por eso es el profeta de Dios. Pero sus paisanos viven encerrados en sí mismos, son duros de pensamiento.
También en la Primera Lectura de los Reyes hemos visto como el jefe del ejército va a Palestina a encontrarse con el profeta. Él pensaba que el profeta saldría a su encuentro porque era una persona importante. En cambio, el profeta Elíseo le dice que se lave en el río. Y él se sorprende porque pensaba que iba a haber un recibimiento más honroso hacia él. En cambio, le aconseja “vete y lavate en el río”. Y Naámán se lava en el río y sale purificado de su lepra. Aquí ocurre lo contrario a lo que había pasado en su pueblo. Alli lo rechazan, se encierran en su oscuridad y en su egoísmo. Aquí Naámán, aconsejado por sus colegas, se abre, se lava y se cura de su lepra. En el salmo responsorial, escuchamos este grito del salmista que pide ver el rostro de Dios.
Creo que esto es el ansia de todos nosotros: ver el rostro de Dios, ver la felicidad porque solo Dios puede llenar el corazón humano, solamente Él puede responder a todas las inquietudes que tenemos en el corazón del hombre. Y Jesús es este rostro de Dios. Es el rostro cercano. Es la manifestación de la bondad del amor hacia cada uno de nosotros.
Por eso Jesús, en esta Cuaresma especialmente, se acerca a nosotros y nos pide que abramos nuestro corazón para descubrirle. Porque en Él vamos a encontrar esta felicidad y este rostro, diríamos de Jesús, lo tenemos que ver también en el rostro de nuestros hermanos, especialmente en el rostro sufriente de tantos hermanos nuestros, que sufren hoy día todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
Por eso la importancia de esta Cuaresma, de convertirnos, de descubrir a este Jesús que se acerca una vez más, para que nosotros volvamos a Él, descubramos su rostro de alegría, la alegría del Evangelio”.