Mumbiela, misionero en Kazajistán: "La Iglesia debe ser la primera en lanzarse la misión, la gente nos espera"
En la presentación de la campaña del Domund han participado el obispo español de Almaty y Mónica Marín, misionera que gestiona una fundación para animar a los fieles a involucrarse
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José Luis Mumbiela es desde 1998 misionero en Kazajistán. Natural de Huesca, es obispo de la Diócesis de la Santísima Trinidad en Almaty, en el país asiático que perteneció a la Unión Soviética. Un país donde el cristianismo no es la religión mayoritaria y donde quienes la profesan son, en buena medida, perseguidos.
El obispo de Almaty ha estado presente en la presentación de la campaña del DOMUND 2021 que ha tenido lugar en la sede de Obras Misionales Pontificias (OMP). En su intervención, José Luis Mumbiela ha agradecido la ayuda “a todos aquellos que colaboráis con las misiones a través de la OMP”.
“Nosotros, aunque somos una Iglesia pobre, tenemos que ser generosos y organizamos las coletas. Colaboran con la Iglesia Universal pese a su pobreza, para formar parte de la Iglesia en lugares de Asia o América latina, sentirse familia y ayudar todos a todos. Hacemos caja común con la Iglesia”, asegura el misionero.
Mumbiela ha relatado cómo fueron sus primeros años en Kazajistán, donde fue destinado hace 23 años, en un momento en el que el Papa Juan Pablo II tenía interés en que los sacerdotes evangelizaran en aquel territorio que se independizó en 1991 de la URSS: “Lo que he visto y oído en estos años me lleva a la convicción de que valió la pena dejarse llevar por esta locura de juventud e ingenuidad, porque Dios lo que me quería mostrar es que el mismo Espíritu Santo que actúa en los países donde la Iglesia está muy desarrollada es la misma que actúa allí antes de nosotros llegar”.
En el país de Asia Central, la Iglesia Católica está presente desde el siglo XIII. Durante el periodo soviético, recuerda José Luis Mumbiela, fue una Iglesia perseguida pero que dio muchos frutos: “Una Iglesia que ha sabido mantener la fe en condiciones muy difíciles”.
Prueba de ello, explica en la presentación del DOMUND, ha sido en plena pandemia, cuando buena parte de las parroquias cerraron sus puertas: “Una madre con su hija me llamaron para decirme que habían recorrido en autobús 700 kilómetros hasta Almaty para recibir la Eucaristía. Yo les comenté que aquí tampoco había Misa, pero en mi capilla les pude meter para celebrarla. Incluso nos dio un donativo pese al viaje y no ser ricos”.
El misionero aragonés recordaba también que, al llegar a Kazajistán en 1998, una señora le preguntaba por qué la Iglesia Católica había sido la última en llegar al país, pese a que desde 1991 era un país con libertad. Mumbiela no supo muy bien qué responderle en aquel momento, pero aquella reflexión de la señora le lleva acompañando desde hace más de dos décadas.
Por ello, ha reclamado que la Iglesia, “si hay realmente amor a Dios”, no puede ser la última en llegar: “Tenemos que ser los primeros y lanzarnos a la misión, porque la gente está esperando. No podemos llegar al final de una pandemia, sino antes de que comience, porque siempre hay virus”.
Mónica Marín: "Tenemos que contagiar a los jóvenes"
En la presentación ha estado también presente Mónica Marín, una joven licenciada en Logopedia, que a lo largo de su vida ha tenido varias experiencias misioneras en los meses de verano, como Rumanía o Perú. Tras uno de sus viajes al país latinoamericano, puso en marcha la Asociación Jatari, con la finalidad de levantar a los jóvenes y animarles a actuar en la misión.
“Está la misión de las personas que van a los países, y otra que es propia del cristiano, como es moverse y actuar. El Papa Francisco no deja de repetir que nos levantemos. Dios nos elige y te hace parte de su Iglesia. Cuando tomamos conciencia de ello te sale levantarte y actuar”, precisa.
Su primer experiencia misionera tuvo lugar con 18 años en Rumanía, junto con las misioneras de la Caridad. Allí, Mónica descubrió una “realidad inmensa”, y es ver cómo la gente daba su vida por los demás.
“He tenido experiencias de misión y para mi fue como un máster en mi vida, son momentos en el que reseteo, ordeno mi vida, priorizo y es una maravilla ver cómo el Señor actúa a través de estos misioneros. Luego me fui a Perú y vería cómo los misioneros te cambia la mirada. Se me caía la baba al ver al Padre Alfonso en Perú, que es mi padre en la Tierra. Dios me regaló un segundo padre por esa apertura de corazón que nunca había visto”.
En 2018 fue a Perú y, tras su regreso, puso en marcha junto a una amiga la Fundación Jatari: “Buscamos contagiar, ser como ese levántate y ponernos en acción. Hay maneras en la que intentamos que eso suceda con eventos donde recaudamos fondos para las misiones. Es una manera de invitar a gente que no están muy metida en la misión”, explica.