Bloquean con silicona la cerradura del instituto el día del examen y ojo a las represalias tras ser pillados
Fueron dos alumnos quienes cometieron la gamberrada durante el fin de semana que les salió cara en todos los sentidos
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El examen de Filosofía estaba previsto para primera hora de aquella mañana de lunes de un mes de diciembre. Las figuras de Aristóteles o Platón debieron ser motivo de angustia durante todo el fin de semana, al menos para dos de los alumnos que cursaban Segundo de Bachillerato.
Como decimos, debieron pasarlo mal para recurrir a una grave argucia con el objetivo de retrasar la prueba. Fue nada menos que impedir que todo un centro de Enseñanza Secundaria, ubicado en Sevilla, iniciaran la clases porque habían bloqueado la cerradura de la entrada principal del instituto con importantes dosis de silicona.
Una 'fechoría' que cometieron en las horas previas al examen, se cree que durante el domingo. Cuando al día siguiente el conserje llegó al centro en torno a las siete de la mañana, se encontró con el pastel. Rápidamente se puso en contacto con el director del centro. Durante una hora trató de desbloquear la cerradura, pero fue imposible.
Los alumnos y profesores iban llegando con cuentagotas al instituto para iniciar sus clases. Aquello parecía más una concentración que un instituto. Finalmente sucedió lo inevitable, y la dirección dio aviso a un cerrajero para que lograra quitar la silicona de la cerradura y poder abrir. En una media hora aproximadamente se resolvió el problema.
Pero el objetivo de los dos estudiantes-autores de aquel acto vandálico ya habían logrado salirse con la suya y retrasar el examen hasta el miércoles, cuando les tocaba nuevamente la asignatura de Filosofía. Pero cuando ya cantaban victoria, la historia dio un giro de 180 grados para sus intereses.
Así fueron descubiertos los autores del acto vandálico
¿Quién había sido? Es la pregunta que se hacían todos tras lo sucedido. A priori resultaría muy complicado saberlo, ya que se desconocía si se había tratado de algún alumno del centro o una simple gamberrada de algún desaprensivo ajeno al instituto.
No se esperaban ambos alumnos, que vivían en el mismo barrio donde se ubica el instituto al igual que otros muchos estudiantes, fueran a ser descubiertos en el momento en el que echaban la silicona. Los dos preadolescentes que pillaron a los infractores cometiendo aquel deleznable acto estudiaban en Segundo de la ESO. Nunca habían intercambiado palabra entre ellos debido a la diferencia de edad, pero sí que se cruzaron las miradas. Pero los estudiantes de Bachillerato no identificaba a aquellos chicos como compañeros de instituto.
Por miedo a posibles represalias, los dos pequeños guardaron silencio durante aquel día. Ya al día siguiente recurrieron al Padre José Manuel, que era su profesor de Religión y que mantenía una gran relación con sus alumnos. De hecho, era catequista de muchos de sus alumnos en la parroquia cercana al instituto, entre ellos los dos muchachos.
Ambos se acercaron al sacerdote en la iglesia por la tarde y decidieron contárselo. Según ha podido saber COPE, el Padre José Manuel se quedó escandalizado, ya que los dos estudiantes que pusieron la silicona fueron también sus alumnos durante la ESO.
El "castigo" que impuso el Padre José Manuel a los alumnos
Todo parecía indicar que el Padre José Manuel revelaría la autoría de los hechos a la dirección del centro, pero no fue así. El cura se acercó a los dos alumnos de Bachillerato, y les comentó que conocía toda la verdad, y les citó en la parroquia aquella misma tarde.
Asustados por las posibles represalias que podrían tomar contra ellos por su gamberrada, se dirigieron a la iglesia a la hora convenida. Para sorpresa de los chicos, el Padre José Manuel se encontraba con dos feligresas viudas que rondaban los 75 años. No estaban allí de casualidad ya que el párroco, hechas las presentaciones, encomendó a los adolescentes a hacerlas compañía durante algunas tardes de las vacaciones de Navidad, y paliar de esta manera su soledad, al menos por unas horas.
“Una mala acción se tiene que compensar con una buena obra”, les decía el párroco a los chicos, que en un primer momento vieron como un castigo la misión que les asignó el cura. “Y daros con un canto en los dientes que no voy a hablar con vuestros padres ni con el director, porque lo que habéis hecho es muy grave”, les advertía.
¿Dio sus frutos la lección del párroco a los dos adolescentes?
Nunca se halló a los responsables de poner silicona a la cerradura. El secreto quedó entre ellos. “El castigo” fue realizar una buena obra, lo que demuestra que hay muchas maneras de hacerse perdonar tras un mal acto. Años después de aquello, uno de los chicos recuerda en Aleluya que mantuvo una relación entrañable aquellas navidades con la señora a la que acompañaba: “Le cogí mucho cariño. De hecho, después del “castigo” mantuve la relación con ella de manera más desinteresada, hasta que falleció hace unos años, porque era mayor”.
La lección que le dio el Padre José Manuel a sus exalumnos fue ejemplar y dio sus frutos. Por cierto, el examen de Filosofia lo suspendieron igualmente, pese al aplazamiento forzado. Para este viaje no hacían falta estas alforjas...