La estrella que abandonó el deporte de élite en busca de la “siguiente jugada”
Los valores que descubrió en el deporte fueron fundamentales para tomar esta decisión
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John Cuppett es un jugador de béisbol de Carolina del Norte, en Estados Unidos, que encontró en este deporte un medio especial para vivir a profundidad su vida espiritual, y halló la paz cuando decidió seguir su llamado al sacerdocio. Hoy anima a otros jóvenes a seguir el plan de Dios en sus vidas.
En declaraciones a National Catholic Register, Cuppett relató que el año pasado ingresó al Seminario Universitario de San José, ubicado al lado de Belmont Abbey College, en la Diócesis de Charlotte. Para él, si bien los deportes en general le han traído muchas cosas positivas a su vida, el béisbol es más propicio para vivir una espiritualidad profunda.
Cuppet explicó que evitó durante muchos años su llamado al sacerdocio, ya que pensó que era incompatible con los deportes; pero este prejuicio cambió cuando integró el equipo de béisbol de Belmont Abbey College, donde jugó cuatro años como segunda base y campocorto.
Esta experiencia lo hizo convencerse de que los deportes no solo son compatibles con su vocación, sino un medio extraordinariamente útil para los jóvenes interesados en la vida religiosa. Para él, la decisión de ingresar al seminario solo “le trajo paz y gozo a su alma”. Por eso, da conferencias sobre el béisbol y su relación con el discernimiento vocacional.
Los deportes y la vivencia de la fe
Señaló que todo deportista sabe qué es la virtud católica “sin necesidad de que se lo expliquen” y, además, les encanta las historias de los jugadores sin posibilidades de ganar que logran grandes victorias. “El atleta comprende lo que significa entregarse por el bien de todo el equipo, como un ‘bate’ de sacrificio. No es necesario que le expliques el sufrimiento o la penitencia a un deportista, porque él ya sabe lo que significa trabajar duro por algo. Él ya sabe que no hay atajos; una meta a menudo requiere largas horas en el gimnasio o en el campo”, dijo.
“Hay algo en los atletas que los atrae hacia la grandeza. Nos encanta una historia de perdedores, una victoria venida de atrás o un ganador de último segundo. Creo que esto, sobre todo, es lo que hace que la fe sea tan atractiva para los atletas, y especialmente para mí”, agregó. Cuppet dijo que “la historia más grande” de este tipo es la de Jesús de Nazaret, que “conquista el mal al realizar el mayor acto de amor y sacrificio que este mundo jamás conocerá. Luego, su grupo de pescadores variopintos difunde esta buena noticia por los confines más lejanos de la tierra”.
El joven seminarista subrayó que gracias a Dios descubrió que su propósito es continuar la obra de los apóstoles. “Se podría decir que me atrae tomar esa batuta y hacer mi parte en el equipo de sacerdotes de hoy. Ese es el tipo de carrera para la que estaba destinado”, concluyó.
De todos los deportes, el béisbol le ayudó más a crecer en su espiritualidad, porque le enseñó a “lidiar con el fracaso”. Dijo que según el beisbolista Yogi Berra, este juego es “un 90% mental” y, por eso, “a veces se vuelve muy frustrante”; además, se juega “a un ritmo relativamente lento” y por eso “es muy fácil quedarse atascado haciendo una mala jugada”.
“Lo mejor que he aprendido de jugar béisbol se resume en la frase: ‘Siguiente jugada’, que significa: ‘Olvídate del error que acabas de cometer y concéntrate en la siguiente jugada’. Nunca podrás terminar un juego si todo lo que estás pensando es en ese tiro que fallaste”, dijo y afirmó que “el mismo razonamiento se aplica a gran parte de lo que sucede en la vida”. “Cristo nos llama a aceptar las dificultades y fracasos que enfrentamos, diciéndonos: ‘Te ha pasado algo malo, así que niégate a ti mismo, a tu orgullo, a tu ira y frustración, toma tu cruz y sígueme’”, señaló.
Cuppet manifestó que piensa “como un jugador de béisbol” en el seminario, pues “el béisbol no solo se ha conectado muy bien con mi vida espiritual, sino que también me ha ayudado a formarla, de alguna manera. Resistencia mental, trabajar bien con los demás, amistad, superar la adversidad: estas son cosas que he aprendido en el campo”. Para el joven seminarista los recuerdos de exitosas jugadas o la simple sensación de batear pelotas son memorables; sin embargo, lo que más extraña no son los juegos en sí, sino “las amistades y la fraternidad que he experimentado jugando”.
El director de su universidad, el Dr. Bill Thierfelder; el rector del seminario de San José, el P. Matthew Kauth, y otros padres de familia católicos, seminaristas o sacerdotes son un ejemplo en su camino vocacional. “Cuando escucho historias como la de ellos, me inspiran profundamente y me hacen feliz de que haya otros chicos en la Iglesia que ‘piensan como un atleta’”, remarcó.
El descubrimiento de su vocación
La vocación de Cuppet “siempre estuvo ahí” desde que era niño. “Recuerdo que cuando tenía siete años, me paré frente a mi familia mientras estudiábamos la Biblia y proclamé: ‘¡Quiero ser sacerdote!’. El problema después de eso fue que pasé la mayor parte de mi vida huyendo de Él o fingiendo que no estaba allí”, dijo. Sin embargo, a lo largo de su vida rechazó la idea de ser sacerdote, porque pensaba que no era compatible con alguien como él. “Cuando me venía a la mente la idea del sacerdocio, por lo general lo ignoraba y decía: ‘Los tipos como yo no se convierten en sacerdotes’”, dijo.
Cuppet creía que solo los jóvenes “educados en casa y que crecieron yendo a Misa diaria y a la Adoración” se convertían en sacerdotes, “no los chicos que practicaban tres deportes en la escuela secundaria, tenían novia y les gustaba meterse en problemas para ir a fiestas los fines de semana”. Sin embargo, un día “no pude aguantar más y fui a la capilla de adoración de la universidad, muy frustrado, y dije: ‘Dios, ¿por qué me torturas así? No quiero esto; no lo quiero’”, recordó.
“Entonces, Dios trajo a mi mente la imagen de mi yo de 7 años diciendo: ‘¡Quiero ser sacerdote!’. Luego, pensé: ‘¡Mira lo que encontré: una vocación!’. Y el diablo negó con la cabeza, sabiendo que Dios lo superó una vez más. Me di cuenta de que había estado huyendo de algo que realmente deseaba, y de repente me sentí abrumado por la paz y la alegría”, dijo.
“San Juan Pablo II describe perfectamente este momento de mi vida en su libro Don y Misterio: ‘El Señor quiere que yo sea sacerdote. Un día lo vi con gran claridad. Fue como una iluminación interior que trajo consigo la alegría y la certeza de una nueva vocación. Y esta conciencia me llenó de una gran paz interior’”, señaló.
Con el tiempo, Cuppet se dio cuenta que Dios lo había estado llamando al sacerdocio toda su vida con otras señales, y afirmó que el apoyo de su madre lo ayudó sin darse cuenta. “En el pasaje del Evangelio, Jesús les cuenta a sus discípulos antes de su muerte acerca de su resurrección y les dice: ‘Les he revelado esto ahora, para que después puedan llegar a creer’. Toda mi vida Dios me ha estado formando y está repleta de momentos clave que podrían revelar que tenía una vocación, pero, al igual que los discípulos, en esos momentos no entendía lo que Dios tenía reservado para mí”, dijo.
Relató que cuando estaba en secundaria, su parroquia recibió a un nuevo sacerdote que “por alguna razón” lo eligió para servir en el altar. Si bien al principio se resistió por su falta de experiencia o edad, su madre lo obligó diciéndole: “Si no te subes a ese altar y sirves a Jesús, entonces estarás castigado durante una semana entera, jovencito. Amo a mi mamá”.
Cuppet dijo que el servicio en el altar y la formación religiosa que recibió lo ayudaron a entender “lo especial que es la Misa y cómo se le debe tratar con reverencia y devoción”. Además, de forma providencial y gracias otra vez a la insistencia de su madre, terminó asistiendo a un retiro de discernimiento vocacional junto a otros jóvenes en Filadelfia.
“Un domingo, después de salir de la Misa, el sacerdote me dijo: ‘John, vienes a Filadelfia’. Mi mamá respondió por mí: ‘¡Claro, Padre! Estará en el autobús; no te preocupes’. No tenía idea de por qué iba a Filadelfia” y "luego supe que iba al Seminario San Carlos Borromeo", expresó. “Todavía, hasta el día de hoy, no sé cómo Dios me subió a ese autobús, pero mirando hacia atrás, puedo ver cuánto Él deseaba que fuera sacerdote. Y a veces también se necesita un pequeño empujón de mamá, como se ve en las Bodas de Caná. Esa es solo una historia de muchas que aseguraron el plan de Dios para mí y me hace estar ‘seguro’ de mi vocación”, afirmó.
Su relación con San José
En su etapa de discernimiento vocacional, Cuppet leyó el libro “Para salvar a mil almas” del padre Brett Brannen y dijo que le ayudó a entender que “elegir una diócesis debe basarse en los sacerdotes, pues serán los hombres con los que pasará el resto de su vida”. Fue así que tras conocer a sacerdotes y seminaristas “supe que Nuestro Señor me estaba llamando aquí”.
La cercanía de Cuppet al Padre adoptivo de Cristo es muy particular y está muy relacionada con su ingreso al Seminario de San José y la pérdida de su abuelo. Al tercer día de ingresar al seminario su abuelo falleció, y tras ello, encontró en su libro de oraciones del seminario la Novena de 30 días a San José, santo patrón de las almas difuntas. Desde entonces, rezó a San José por el alma de su abuelo y de todas las almas difuntas.
“Como patrono aquí, obviamente tenemos a San José en una muy alta estima, tanto como el padre adoptivo de Nuestro Señor, como también como un brillante ejemplo de pureza y masculinidad en el seminario”, dijo Cuppet. Sin embargo, “todavía tengo mucho que aprender acerca de San José y planeo imitarlo en mi vida, especialmente en asuntos de obediencia”, agregó.
Los consejos para descubrir tu vocación
Cuppet aconsejó a los jóvenes que sienten curiosidad por la vocación sacerdotal o quieren descubrir el plan de Dios en sus vidas, que tengan una vida de oración. “No fue hasta que desarrollé una vida de oración constante que me di cuenta del plan de Dios para mí. Para la mayoría de las personas, incluido yo mismo, Dios tiende a hablar con una voz sutil, pero cuanto más oro, más fácilmente reconozco esa voz”, dijo.
Además, recomendó en base a la experiencia de un profesor que tener la mente demasiado concentrada en el futuro causa ansiedad y confusión y distrae del “aquí y ahora”, el lugar donde Dios está presente. Él me dijo: “John, ¿qué eres ahora? Un estudiante en la universidad. Sé un buen estudiante ahora; sé un buen amigo; sé un buen jugador de béisbol y compañero de equipo. De esa manera, sea cual sea la vida a la que Dios te llame, serás un buen padre o un buen sacerdote”, señaló.