El misionero español de 75 años que "siempre vuelve" a Etiopía
El comboniano Juan González Núñez cumple 75 años en el mismo país en el que empezó su misión a los 44 años, Etiopía
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Hoy contamos en El Espejo una historia de fidelidad y obediencia, la de un misionero español que ha ido de acá para allá, pero que siempre vuelve a Etiopía, donde ha cumplido 75 años.
El comboniano Juan González Núñez llegó a Etiopía en 1975, con 44 años. Su primer encuentro con la realidad local se complicó con la revolución marxista que trataba de arrancar cualquier referencia religiosa del país. Fue enviado a Dila, en el sur, donde la lengua era diferente de la que él había aprendido. Allí experimentó su impotencia y entendió que los tiempos de Dios eran distintos de los suyos. Después de cuatro años fue enviado a Adis Abeba para abrir un seminario; le tocó compartir con su gente la gran carestía de 1984-1985… Nunca había visto tanto sufrimiento. Ancianos, niños, madres, hombres solos que vagaban exhaustos. En esos días terribles, el padre Juan escribió un diario que fue publicado años más tarde con el título “Etiopía, 38 días en el corazón del hambre”, que fue un éxito editorial y permitió que muchos abrieran los ojos a la tragedia.
Después volvió a España para dirigir la revista Mundo Negro, y más tarde lo enviaron a Roma como asistente general de los Combonianos. Pero durante este tiempo siempre soñaba con volver, lo que se hizo realidad en 2004. Entonces comenzó una misión de vanguardia con una de las tribus más marginadas: los Gumuz, que viven en la frontera con Sudán y son despreciados por el resto de los etíopes debido al color tan oscuro de su piel. Era una tierra fértil para sembrar el Evangelio y allí pudo desarrollar un amplio trabajo en educación, promoción humana, salud. Narró esta experiencia en dos volúmenes: “Al Norte de Nilo Azul”y “Pequeñas exploraciones”.
Pero hace cinco años se le pidió otro sacrificio, un nuevo cambio: ser profesor de teología y formador de jóvenes en un seminario en la capital, Addis Abeba. Él pensaba que se había dejado el corazón entre los Gumuz, pero con el tiempo ha aprendido que el corazón debe seguirte para amar a las personas que la vida, la obediencia y la Providencia (las tres juntas) te ponen enfrente. Ya no era la Adis Abeba que había conocido, sino una ciudad, como siempre fascinante, que ahora crece a un ritmo vertiginoso. A los 75 años escribe ya otro libro, un canto apasionado a la ciudad vertiginosa que de nuevo le acoge: “Adis Abeba”.