El sacerdote que ha pasado la Navidad a 35 grados bajo cero
Franceso Bertolina es sacerdote y sus fieles están en Siberia. Cada año y cada día, son un reto para él. Pero la Navidad, siempre logra sorprenderle
Publicado el
8 min lectura
Francesco Bertolina es sacerdote misionero. Lleva 28 años al frente de una pequeña parroquia a 300 kilómetros de Novosibirsk, la principal ciudad rusa más cercana al distrito de Siberia. Ha contado cómo vive y qué significa en su vida el misterio de la Encarnación. Cada año se presenta como una sorpresa, una sorpresa que ocurre a 35 grados bajo cero.
Celebrar Misa con 39 de fiebre
La previa de la Navidad para este sacerdote ha estado lejos de ser la mejor. El último domingo de Adviento, estaba celebrando la Eucaristía en la provincia de Karasnazyorsk. Se había recorrido los 30 kilómetros que separan esa provincia del pueblo donde vive, Polovinnoye sólo para eso. De repente, comenzó a sentirse indispuesto...y agobiado. Es casi el único sacerdote en esa zona de Rusia. No había nadie que le pudiera sustituir.
"En cierto momento empecé a sentirme mal y tuve que interrumpir la celebración unos minutos. No había pasado buena noche y tuve que sentarme durante la homilía. Tenía 39 de fiebre, aunque esto lo supe después, ya de vuelta en Polovinnoye. Me agobié un poco porque no tenía a nadie para sustituirme en las celebraciones navideñas. Llamé a Josif, un amigo del movimiento de Novosibirsk, que me tranquilizó y me recetó unas pastillas que me hicieron sentir mejor", cuenta.
Misas de Navidad a 35 bajo cero
El día 24 de diciembre, estaba todo preparado en la parroquia del pueblo de Polovinnoye. Los feligreses habían ayudado al sacerdote a colocar el Belén. Esas manos le vinieron bien porque "las semanas previas a la Navidad estuve muy ocupado con los trabajos de rehabilitación de la iglesia, que se alargaron hasta el último domingo de Adviento".
Esa noche, volvió a marcharse a Karasnazyorsk para oficiar la Misa del Gallo. Normalmente, esta celebración suele ser a las 00:00 horas de la noche. En Siberia, tenía que ser a las 20:00 hrs. El motivo, que las personas de otras localidades cercanas pudiesen asistir. Iba a ser un rito especial porque una familia de músicos iba a ayudarle a cantar los villancicos. Sin embargo, nunca llegaron.
"Pero a 35 bajo cero es complicado moverse incluso en coche. Una familia de músicos que me iban a ayudar a animar la misa, procedentes de Karasuk, a 90 km al suroeste de la provincia, tuvieron que quedarse en casa porque la batería del coche se les congeló", explica.
La Navidad sucede en sus fieles
Como cada año desde que se encuentra en Rusia, el padre dedicó la mañana del 25 de diciembre a visitar a los ancianos y enfermos que no podían acudir a la iglesia. En esta ocasión, sólo logró ir a una casa "por la presencia de familiares reunidos, por las fiestas o por el hecho de la enfermedad".
Esa casa se encuentra en un pueblo que está a 60 kilómetros de la parroquia. Allí vive una mujer de 82 años con su hija y su yerno. Es casi sorda, pero al sacerdote no le importa: "ve mejor que yo, que llevo gafas". Él le lee y este año se ha animado a cantarle algún villancico. "Para hacerme entender, le señalo con el dedo las palabras que pronuncio del texto litúrgico o le grito a la oreja. Esta vez, siguiendo el mismo procedimiento, le canté dos villancicos. Cada vez que nos vemos ella vuelve a contarme la historia de su vida. No sé si se da cuenta de que siempre me cuenta lo mismo. Tal vez, pero en cualquier caso le gusta compartir conmigo sus recuerdos más queridos", recuerda.
El yerno no es creyente, "pero siempre ha tolerado mis visitas, aunque nunca hemos hablado a solas", confiesa. Este año ha sido distinto y la razón que da el sacerdote es que "quizá le llamara la atención el hecho de que, a pesar del frío, fuera hasta allí para verles justo ese día de fiesta".
Por la noche del día 25 toca Misa de nuevo. De vuelta al pueblo de Polovinnoye, el párroco ensaya con los fieles los cánticos de Navidad. Otra novedad es que consiguió enseñarles uno nuevo para cantarlo todos junto al Belén al acabar la Eucaristía. "Es una canción muy sencilla que dice: '¿Quién es este recién nacido que duerme tan plácidamente? Es Cristo, nuestro rey'. Creo que quedó bastante bien".
Algunas madres y sus hijos asistieron al Sacramento. Como si hiciese un repaso de los asistentes, cuenta el caso de una persona de 30 años, que se ha bautizado hace solo uno. "Tiene problemas de salud porque, de pequeño, su padre, alcohólico, le daba de beber cerveza y vodka",afirma.
También fue ese año una anciana que sabe bien lo que es creer en Dios en la clandestinidad. "Una mujer que, durante el régimen soviético, participaba en momentos de oración clandestinos", detalla. A la Misa, había venido con sus amigas. "Al terminar la misa se acercaron y charlamos un poco. Les pregunté si les gustaría que volviéramos a vernos un día en su casa para hablar sobre el cristianismo".
Al terminar la celebración, tuvo otro encuentro. Esta vez, se acercó a él una mujer a la que él había bautizado en la Pascua de ese mismo año. Le pidió consejo. "Vive en el norte, casi a cien kilómetros de Novosibirsk. A sus 18 años, tiene un hijo de un año y se está separando del padre del pequeño. Le dije que hacía falta tener paciencia. Luego la llamé para desearle un feliz año nuevo. Parece que algo va surgiendo", rememora.
La pastorcilla del Belén que se quiere bautizar
Otra historia que tiene en el corazón de esta Navidad es la de Lida. "Lida es una abuelita que en marzo cumplirá 88 años. Empezó a venir a la parroquia la primavera pasada porque la invitó su hija y el pasado mes de julio se confesó por primera vez en su vida". Esta mujer ha sido pastora durante 25 años. Sabe cuidar y esquilar a las ovejas. Sin embargo, tiene fe. Mucha. Se está preparando, con dificultad, para el Bautismo.
"De pequeña aprendió, en alemán, algunas respuestas del catecismo, y todavía las recuerda. El problema es que no estoy seguro de que sepa lo que significan. Habla ruso, pero es analfabeta. No ha sido fácil prepararla para el Bautismo. Todavía no se sabe de memoria el Padrenuestro. En Navidad se puso enferma, pero el domingo siguiente, fiesta de la familia, vino a misa y quiso besar al niño Jesús. Le regalé un calendario con las fiestas litúrgicas, de modo que su hija pueda ayudarle a orientarse durante el año. Luego dobló en cuatro para guardarlo en el bolsillo y no sé si lo sacará de ahí algún día".
Las formas de Jesús de "salir al encuentro" en Navidad
El cura mira este tiempo siempre con mucha expectación. Comparte su reflexión: Navidad, cuando Jesús se hace como nosotros.
"Todos los años, cuando se acerca la Navidad, me digo que estoy delante de algo nuevo que me provoca a mirar con ojos nuevos lo que sucede, sobre todo los encuentros que tengo. Estos días Alfredo, el sacerdote que vive conmigo en Novosibirsk, me recordaba algo de lo que estoy seguro. 'La Navidad nos sorprende. La resurrección es Dios que manifiesta su potencia de Dios. Dios es Dios. Pero la Navidad es que Dios se hace limitado como nosotros… Es realmente una sorpresa'".
El misterio de la Encarnación, que se celebra en estas fechas, es el comienzo...de cada día, para este sacerdote. Esa es la razón por la que rezan el Ángelus hasta tres veces al día. Es algo que tiene en mente desde 1995.
"Si no me equivoco, al volver de una asamblea de la Fraternidad sacerdotal San Carlos Borromeo, antes de regresar a Roma, pasamos a saludar a don Giussani (fundador del Movimiento Comunión y Liberación). No recuerdo las palabras exactas, pero nos habló, como él sabía hacer, precisamente de la Encarnación: algo de lo que debemos partir todos los días".
La pregunta que se suele hacer en Navidad es, ¿dónde está Jesús? En el pesebre...pero también fuera. Así le sucede a este sacerdote: "Me pregunto: ¿qué implica la Navidad? Que Dios se dé a conocer a estas personas a través de mí, que voy a verlos. Pero veo tantos límites: a veces no puedo viajar, por la situación meteorológica o porque no hay nadie que pueda acompañarme. Aquí es impensable entrar solo en casa una madre joven. Sería un escándalo", reflexiona.
Pero la Navidad también es esto para él: un límite que no se puede eliminar. Eso no quiere decir que se quede ahí.
"Es un límite que se convierte en oración. 'Señor, hazme entender cómo puedo estar presente allí donde me llamas'. Pero el misterio de la Encarnación no es solo mi límite, sino también el de los demás. El de la viejecita que no sabe leer y a la que tengo que intentar enseñar el catecismo de memoria. Es el límite de la babuskasorda, a la que tengo que gritar en la oreja. El de quien tiene vacas y no puede ir a la iglesia cuando yo quiera. El límite del que se va, del que está enfermo, del que no entiende. Soy yo quien tiene que ir donde están ellos, respetando su historia. Es un límite que hay que abrazar tal cual es. De otro modo no sucede nada. ¿Por qué puedo abrazarlo todo, hasta el límite? Porque yo soy el primero en ser abrazado por un acontecimiento que me ha sucedido".
Finalmente, recuerda cómo la Navidad es algo que "pasa" y que "viene" a cada uno de nosotros", tal y como somos.
"A los 14 años iba al colegio de los salesianos en Valtellina. Allí aparecieron unos chicos de Gioventù Studentesca para contarnos su experiencia. Al final del encuentro, pensé que me habría gustado ser amigo suyo. Pero no tomé iniciativa alguna. Al día siguiente, uno de ellos se me acercó y me dijio: 'Hola, ¿tú qué hacer?'. Ese fue el inicio, eso es la Navidad. Él que viene hacia ti, donde estás, como eres. Yo le pido esto al Señor: que sea fiel a esta manera que tiene de salirnos al encuentro".