La superviviente a los atentados del 11-M que encontró su fe en la unidad de críticos del hospital
Esther Sáez sufrió 13 cirugías en tres años de recuperación tras el 11-M. En ese recorrido, sintió cómo "Cristo llenaba todos sus espacios"
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Es 11 de marzo de 2004. Esther se dirigía al trabajo. Investigaba proyectos contra el cáncer. Esta mujer casada y madre de dos hijos se montó en el tren de El Pozo. En la estación de Atocha, uno de los vagones del ferrocarril en el que viajaba, estalló. Era una de las explosiones en los cuatro trenes de la estación madrileña que acabaron siendo el mayor atentado terrorista sufrido por España: el "11M".
Esther y otra persona fueron los únicos supervivientes de ese tren de pasajeros. Un saldo total de más de 190 personas asesinadas y miles de heridos. Y ella, casi no lo cuenta. El primer pronóstico que le dieron no superaba las 24 horas de vida. "Había una bomba en el vagón donde iba yo en el 11 M. En ese vagón, de dos pisos, solo sobrevivimos otra chica y yo. Los demás murieron todos. Es el tren en el que más fallecidos hubo", cuenta a HM Televisión.
Poca esperanza: de la muerte a una posible parálisis
Ese pronóstico de apenas dos días era devastador para su familia. A pesar de la mejoría de la siguiente valoración, pasaba de estar "muerta" a poder quedarse parapléjica, la situación seguía siendo complicada. Su esposo tendría que cuidar de ella y, además, de dos niños pequeños.
"A mi esposo, en el hospital, le dijeron que como mucho me quedaban 24 horas de vida. Me hicieron una cirugía, un coágulo epidural a las 48 horas, brutal, y le dijeron que sí o sí yo ya no salía. Después, le dijeron que me quedaría tetrapléjica, dependiente de otras personas para toda la vida. A mi esposo y a mis padres se les caía el mundo encima al escuchar esto. Uno de nuestros hijos tenía 3 años, el otro tenía año y medio".
En medio de la enfermedad, del shock y del dolor fue cuando algo cambió en Esther. "Yo experimenté una conversión brutal a Nuestro Señor en la unidad de críticos. Fue impresionante. Impresionante", reflexiona.
Católica de familia y orgullosa...antes del 11-M
No es que antes Esther no creyese en Dios. Había recibido esa enseñanza y la práctica de la fe en el seno de su familia. Es algo que agradece: que sus padres le enseñasen a rezar y poder ir a misa en familia. A partir de ahí, ella había dado sus propios pasos en la Legión de María. A los 14 años era catequista y también había hecho los Cursillos de Cristiandad a los 18.
El mundo universitario era otra realidad. Lo que era tan facil en su adolescencia, se complicó. No era tan fácil que una estudiante de Farmacia se confesase católica y, encima, fuese a misa. Esther cuenta que sus compañeros del ámbito de la investigación "iban a saco contra mi creencia". Aunque complicado, Esther no se arredró. Seguía yendo a misa "un poco por orgullo personal".
A punto de entrar en la década de los 2.000, Esther se casó. Continuaba con su progresión en la Legión de María. Además de esposa, acabó siendo madre de sus dos hijos, a quienes desde el principio llevaban a la Iglesia con ellos. Así vivía su fe Esther...antes de la explosión que la situó en la unidad de críticos del hospital tras el 11-M.
Al borde la muerte se encontró con Jesús
"Estaba convencida de que me moría". Eso es lo que pensaba Esther en la cama del hospital. Se sentía vacía...hasta que descubrió que no lo estaba. "Ya ni siquiera sentía mi cuerpo. Es una sensación extraña, como que parece que te abandona tu cuerpo, una sensación difícil de explicar", recuerda.
En ese momento, cuando más difícil parecía mirar a Jesús, lo hizo. "Ahí sentí que Cristo llenaba todos mis espacios, que estaba dándome sentido a mi posible muerte. Era como:'qué lástima, Esther, que hayas tenido que pasar una cosa así para que te des cuenta de Quién soy yo'. Fue brutal. Fue impresionante".
A partir de esa experiencia, se propuso profundizar más en su vida de fe. Esther consideró las 13 cirugías que sufrió en los tres primeros años como parte de esa conversión. De hecho, se las ofrecía a a Dios: "En la cama del quirófano siempre decía: 'Vale, Señor, que sea para un bien mayor'". Ya fuera por sus intenciones personales, como por las generales, todas sus intervenciones las sufrió pensando en alguien o en alguna causa mayor.
Domadora de corazones con patas
El resultado de esa experiencia ha dejado también sus secuelas, en forma de incapacidad permanente para trabajar. ¿Cómo se afronta la vida con ese saldo? Esther, con alegría. Ha vuelto a ser catequista. Cualquier cosa que le pasa, tiene sentido para ella. Sabe a dónde mirar. "Hay gente que estaría enfadada, pero vivo una vida muy feliz, superfeliz, porque cada cosa pequeña de mi vida tiene sentido a los ojos del Señor. Si me pasan cosas malas, el Señor sabrá lo que hará con ellas", explica en un testimonio que recoge Religión en Libertad.
Ahora es "domadora de corazones con patas". Su labor como catequista es con los adolescentes de su parroquia. "Llevo un grupo de adolescentes en la parroquia, los quiero mucho, me encantan. Son como corazones con patas, un corazón sin domar, pero bien guiado es el futuro de nuestra Iglesia. Y vivo de lo que el Señor pone en mi camino y a su ritmo", afirma.
La Virgen siempre será Nuestra Madre, pero nosotros "no podemos ser niños en la fe constantemente"
Junto a la relación con Jesús, ganó también en la relación con la Virgen María. Y eso que, al principio, la notaba ausente. Fue en Misa. En el momento de la consagración, la notó. Cuando fue a comulgar, se derrumbó: "Lloré como una niña y entendí lo que dicen en la Legión de María, que dicen que la Virgen camina de puntillas en nuestra vida". Ella es a quien Esther agradace que en ese momente le estuviera "presentando a Cristo y abrazando desde el anonimato".
Después de todo lo que ha pasado, en la vida y en la fe, tiene un mensaje para todos. Esa profundidad en la fe en la que ella progresa, es a la que todos estamos llamados. Por eso, Esther nos dice: "No podemos perder el tiempo, el Señor espera algo muy concreto de nosotros, nos ha capacitado para amar en situaciones muy concretas, no podemos ser niños en la fe constantemente".