Luis Arlex Arango, el guerrillero colombiano que pidió perdón a sus víctimas

Las FARC lo reclutaron con 11 años después de asesinar a su padre y secuestrar a su madre

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Alfa y Omega

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Al padre de Luis Arlex Arango Cárdenas lo asesinó la guerrilla comunista FARC. A su madre, la secuestraron. Él fue reclutado con 11 años después de que los guerrilleros les expropiaran todas las tierras familiares. Durante dos años compartió filas con los causantes de todas sus desgracias y la violencia se convirtió en el motor de su vida. Logró zafarse de sus captores y, con 14 años, Arlex Arango entró a formar parte del grupo guerrillero Autodefensas Campesinas, que «surgió en los años 70 ante la invasión comunista del territorio nacional», explica el exguerrillero a Alfa y Omega. «Las FARC oprimían a los campesinos y los campesinos se levantaron en armas contra las FARC».

Durante su militancia en las Autodefensas Campesinas, donde permaneció durante 17 años, el guerrillero cometió decenas de asesinatos por los que terminó ingresando en la cárcel. «En noviembre de 2006 el Gobierno nacional suscribió un acuerdo de paz con nuestro grupo armado», que provocó la desmovilización de 35.000 hombres, y que establecía «el paso por la cárcel para pagar por los crímenes cometidos». Así, Arango ingresó en prisión el 14 de diciembre de 2006, pero «de manera voluntaria», subraya. «No fui a la cárcel porque estuviera arrepentido de lo que había hecho, sino por cumplir un mandato judicial y político».

Sin embargo, su paso por la cárcel, donde estuvo cerca de diez años, le cambió completamente la vida. Su transformación no solo se debió al abandono de las armas como herramientas de trabajo, sino, principalmente, porque en el centro penitenciario descubrió a Dios y decidió pedir perdón a sus víctimas.

«Al poco de entrar nos empezó a visitar gente a la que atendíamos por respeto, pero a la que no hacíamos mucho caso», recuerda Luis Arlex Arango. «Llegó el párroco de la cárcel y empezó a celebrar Misa, aunque no iba mucha gente. Después aparecieron los evangélicos, y sucedió lo mismo». Todo empezó a cambiar con la «idea de hacer una Iglesia dentro de la cárcel, dentro de nuestro propio patio». Poco a poco «empezó creciendo en nosotros la necesidad de Dios y llegó un momento en que no hubo un solo día en que no hubiera servicio religioso de cualquier tipo».

Con Cotelo, a platicar sobre el perdón

Posteriormente, apareció en escena el cineasta español Juan Manuel Cotelo, que «estaba interesado en conocer nuestra realidad y el cambio que Dios había hecho con muchos de nosotros». De esta forma, «nos sentamos en una mesa a platicar sobre lo ocurrido, sobre la guerra, la paz y nuestra situación personal». En aquellos encuentros con el director de cine al exguerrillero se le abrieron los ojos y tomó la decisión de pedir perdón: «Ya habíamos dejado todo el pensamiento político e ideológico, habíamos conocido a Dios y queríamos coger el rumbo de nuestra vida», pero «fue por Juan Manuel por lo que nos convencimos de la importancia de pedir perdón».

Incluso, en una de aquellas reuniones con el director de cine español, los presos afirmaron: «Necesitamos pedir perdón y necesitamos que se conozca lo importante que es el perdón». Ambas necesidades se verán satisfechas en pocas semanas. Luis Arlex Arango salió hace dos años y medio de la cárcel y pudo entrevistarse personalmente con los familiares de sus víctimas para pedirles perdón. Por otro lado, Cotelo estrenará el próximo 9 de noviembre la película-documental El mayor regalo, que presenta los testimonios de diferentes personas –entre ellos el de Arango– que o bien pidieron perdón o perdonaron y la gran importancia que esto tuvo para sus vidas.

«El perdón, como lo dice el título de la película, es el mayor regalo que le pueden entregar a uno. No hay otro. Después de haber pisoteado tanto a una persona, de haberla humillado, después de haberle quitado la vida a un familiar, de haberla hecho sufrir, una persona te abraza, te sonríe, te mira a los ojos y te dice: “yo te perdono por lo que me hizo”. Uno queda literalmente sanado, transformado, cambiado. Es algo inexplicable», concluye el exguerrillero.

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