Así le cambió la vida a esta pareja tras adoptar en Ecuador: "Ayudamos a niños víctimas del abuso"
El matrimonio de Ana y Antonio trabaja en el país latino desde hace años y, actualmente, colabora con Cáritas para la animación y el acompañamiento de los voluntarios
Publicado el - Actualizado
8 min lectura
Este domingo, 17 de enero, tiene lugar la 'Jornada de Infancia Misionera' bajo el lema 'Con Jesús a Nazaret, somos familia'. El objetivo es que la red internacional de la infancia realice sus aportaciones para ayudar a los misioneros en su trabajo con este colectivo en países donde la falta de recursos y la pobreza están a la orden del día.
Uno de estos países es Ecuador y allí se encuentran Antonio y Ana, un matrimonio de Jaén, una familia misionera que dedica su vida a ayudar a los más necesitados. La primera vez que fueron a Ecuador fue por tres meses, un verano, y su vida cambiaría al conocer la realidad del país.
Aleluya ha podido contactar con ellos para la Jornada de la Infancia Misionera y la familia nos ha contado su experiencia en este país, lleno de esperanzas pero también de muchas dificultades.
"Ser misioneros" para Antonio y Ana
Antonio es el que nos cuenta el significado de "ser misioneros" para una familia como la suya. "Precisamente la Jornada de este año nos habla de la familia. Ser familia como Jesús. Creo que para nosotros es muy importante, vinimos como matrimonio a la misión y precisamente en misión crecimos como familia. Adoptamos a nuestros tres hijos y no solamente crecimos como familia o como núcleo familiar, sino que, poco a poco, ha ido creciendo nuestra familia misionera" nos cuenta Antonio.
Durante todos estos años, la pareja ha ido conociendo "religiosas, religiosos, sacerdotes, laicos, personas de las parroquias, gente sencilla, niños que de alguna forma nos han hecho una gran familia". Para su familia la Jornada de la Infancia Misionera "es un momento muy bonito donde poder compartir este mensaje con los niños, donde poderle acercar ese sentimiento de gran familia, de que al final en la Iglesia somos muchos y que cada uno, con nuestros dones y estilos, aportamos para hacer una gran familia que nos enriquece, nos hace diferentes, nos da una alegría, una ilusión, una forma de soñar la vida distinta al mundo".
Antonio nos deja también un mensaje fundamental para estos tiempos de pandemia: "Este mundo muchas veces sueña solamente con tener y aparentar. Cuando uno vive en misión lo que sueña es con amar y servir al lado de quien lo pasa mal, con reírnos con el quien ya no puede valerse por sí mismo. Es mucho más bonito el sentido que uno encuentra a la vida desde ser misionero que desde la realidad que nos vende la realidad del consumo".
Los proyectos de la familia misionera en Ecuador
La pareja ahora mismo se encuentra en la provincia de Manabí, que está situada en la costa del pacifico ecuatoriano y está colaborando con la Archidiócesis de Puerto Viejo. "El proyecto principal que llevamos y que nos trajo aquí en esta ultima etapa de la misión es la creación, animación y acompañamiento a los equipos de Cáritas parroquiales" nos cuenta Ana.
En este caminar, ya llevan allí 4 años, "han ido surgiendo otras tareas como es la coordinación y fortalecimiento de la Pastoral Penitenciaria, algo que el arzobispo nos pidió el año pasado". También, obviamente, se han encontrado con la realidad de la migración, especialmente de la población venezolana y desde Cáritas se está intentando dar respuesta a toda esta problemática con estas personas que llegan sin nada, con mucho sufrimiento.
"Ecuador nos ha cambiado la vida completamente"
Antonio admite que llegar a Ecuador les cambió la vida: "Nosotros vinimos jóvenes, al poco de acabar nuestras carreras, recién empezando a trabajar en España y nos animamos a venir a la misión. Ecuador nos puso nuestro esquema de servicio pata arriba. Nosotros estuvimos siempre ayudando en España con el tema de la discapacidad, con los chicos que viven en la calle, con problemas de droga, pero cuando llegamos aquí nos enseñaron a tener la puerta abierta, a que nuestra casa fuera la casa de todos".
Lo que les enseñaron en Ecuador es "a acoger, cuando íbamos a casa de una familia por más pobre que fuera ellos se salían de su mejor cuarto para que durmiéramos allá. Ecuador nos enseñó a acoger con lo que tiene y con lo que uno es, a no guardarse nada para sí. Lo que tenemos es un regalo de Dios y hay que ponerlo al servicio de los demás. Ecuador nos ha mostrado todas sus realidades, su diversidad, aceptar al distinto, ser acogedores y tener la puerta abierta al que llega. Saber escuchar y acompañar en procesos de vida y de sufrimiento".
Según nos cuenta Antonio, "Ecuador nos ha forjado y nos ha templado como personas. Nos ha dado esa capacidad de que uno tenga cabida en nuestra vida. Por más que consideres que estás lleno de personas y de situaciones, en el corazón siempre hay sitio para una persona nueva. Nos ha enseñado a vivir la vida de otra manera".
El proyecto “Hogar de Belén”
Durante mucho tiempo la pareja estuvo trabajando en el proyecto “Hogar de Belén”, un centro de acogida para niños en riesgo, como los hijos de mujeres presas, que hasta ese momento habían malvivido en la prisión.
Ana nos cuenta que "en ese tiempo que estuvimos dirigiendo este proyecto los objetivos eran dar protección a niños, niñas y adolescentes que no solo tenían a sus padres privados de libertad sino algunos llegaban victimas de problemas muy graves como el abuso, el abandono, la violencia intrafamiliar".
El objetivo principal del proyecto "era brindar ese espacio seguro para ellos, una atención integral, alimentación, educación, apoyo psicológico, el trabajo con la familia. Y sobre todo darle cariño y la imagen de una familia como la nuestra, unos lazos de cariños que la mayoría no tenían".
El trabajo de Antonio y Ana, condicionado por la covid-19
Tristemente para Antonio y Ana la llegada de la pandemia de la covid-19 ha condicionado su trabajo en la misión. Antonio nos cuenta que tenían "un comedor para la gente de la calle que pudiera tener una comida digna al día y en el tiempo fuerte de la pandemia nos prohibieron que la gente entrara al patio".
La creatividad se puso en marcha y "tuvimos que cocinar y salir en camioneta a buscar a la gente que se había refugiado en edificios que todavía están destruidos desde el terremoto de abril de 2016".
También con el trabajo en las cárceles se les prohibió visitar a los presos durante un tiempo, tener contacto y acompañar. "Atendimos a muchas personas por teléfono y surgió un proyecto, la “Línea Amiga” donde ofrecíamos distintos servicios de escucha y acompañamiento en función de los problemas. Desde matrimonios que acompañaban a parejas, psicólogos, acompañamiento espiritual. Pusimos diferentes servicios de forma que la familia, de cualquier punto de la diócesis, podía llamar y se le escuchaba" afirma Antonio.
El proyecto fue tan importante que "algunas personas que tenían tendencias suicidas llamaban y se les pudo acompañar psicológicamente". Poco a poco, conforme han ido pudiendo y las autoridades les han permitido, han vuelto al “cuerpo a cuerpo”, con mascarillas y trajes de protección, pero "entendíamos que precisamente los más vulnerables eran los que más estaban sufriendo la falta de recurso y la falta de dinero por la covid-19. Como Cáritas y como iglesia teníamos que tener la puerta abierta para los más necesitados".
En resumen, durante este tiempo de pandemia, la pareja se ha centrado mucho "en la gente sin hogar, en las cárceles y en los migrantes". Y tienen una esperanza: "Creemos que cuando llegará la vacuna aquí en Ecuador, volveremos a realizar esas tareas que tuvimos que dejar. Es muy difícil sentir el dolor de alguien a través de una pantalla de ordenador. Hay que mirar a los ojos, escucharle y poder preguntar sobre su situación para que la persona sienta que es importante".
El mensaje del matrimonio misionero para la sociedad española en la Jornada de la Infancia Misionera
Como ultima pregunta les hemos querido preguntar si tenían algún mensaje para la sociedad española en esta Jornada de Infancia Misionera y Antonio y Ana han querido lanzar un mensaje.
"Yo les diría que siembren los valores de la Infancia Misionera, que animen a su hijo a arriesgar la vida por Jesús. Uno es más feliz siendo coherente con su fe que viviendo mundos paralelos. No se trata tanto de hacer cosas, atenciones y proyectos, pero lo que va más sembrando es nuestra coherencia, nuestra constancia, nuestro estar" afirma Antonio. El misionero sueña con construir la Iglesia que Jesús soñaba, "esa Iglesia donde todos somos hermanos, donde somos una gran familia, donde todos abrimos nuestras puertas".
Ana tiene también un mensaje para los padres: "Se les puede mostrar la vida de tantos misioneros que estamos por todo el mundo y como viven muchos niños en estas misiones donde nosotros ponemos nuestro grano de arena, nuestro testimonio y nuestra vida. Hacerle ver que el mundo es más grande de lo que ellos viven en el día a día".
La misionera además ha afirmado que "lo que ellos aporten, sea con oración, donativo o tiempo, también hace un bien grande al resto del mundo. Sentir que somos, todos, parte de una familia más grande que la nuestra y como Jesús quería sentirnos hermanos, no importa de donde seamos, pero casi todos tenemos las mismas preocupaciones y problemas y lo estamos viviendo con esta pandemia. Animarlos a que sean también ellos misioneros".