De coquetear con las drogas y robar dinero a ser ordenado diácono: así ha sido la conversión de Miguel Ángel

Con 28 años, el alicantino ha sido ordenado diácono. Su familia luchó por que su hijo cambiara: "Era muy rebelde. Me separé de la Iglesia y de mis padres. Todo cambió en 2013"

De coquetear con las drogas y robar dinero a ser ordenado diácono: así ha sido la conversión de Miguel Ángel

Redacción Religión

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Miguel Ángel Sanchís es un joven de 28 años que tomó el camino equivocado en el pasado, pero hoy se ha reconducido. Nacido en Alicante, su familia siempre profesó su fe católica. Miguel y Dora, sus padres, siempre trataron de inculcar a sus siete hijos (Miguel Ángel es el cuarto) los valores cristianos.

Pero Miguel Ángel siempre se caracterizó por su rebeldía. Gracias a la fe, los padres nunca le dieron por perdido para corregir aquella conducta. El joven llegó a la adolescencia y, como para muchos chicos de esa edad, entran en una crisis de identidad que, en caso de Miguel Ángel, le llevó a alejarse de la Iglesia.

Miguel Ángel se separó de sus padres y comenzó a coquetear con las drogas

Aquel distanciamiento con Dios lo extendió a sus padres, por quienes llegó a sentir desapego. Las malas compañías le llevaron a coquetear con las drogas o a robar dinero a sus progenitores en la vivienda: “Empezó como una cosa de niño rebelde, que no sabía lo que hacía, que creía que tenía derecho a todo, y terminó en un vicio. Fumaba porros y sentía que me humillaba profundamente, que era algo que no estaba bien, pero no podía dejar de hacerlo. Me iba de fiesta y cogía lo que necesitaba. Con 17 años vivía un infierno en casa, por esa desconfianza que había hacia mí, porque yo la creé; trataba mal a mis padres, hablándoles mal y siempre desobedeciéndoles”, confesaba Miguel Ángel en la Diócesis de Cartagena.

Pero la Iglesia volvió a cruzarse en su camino, lo que hizo que su vida diera un giro de 180 grados. En un primer momento se resistía al cambio, pero su padre le ‘obligó’ realizar las catequesis del Camino Neocatecumenal. Durante cinco años, Miguel Ángel cumplió lo dictado por su padre, pero a desgana. Incluso ha llegado a expresar que en las catequesis se dedicaba a molestar: “Iba por cumplir; me reía un poco, fastidiaba otro poco y luego me iba. Gracias a estar en esta comunidad, de la que nunca me fui, en la que mi padre insistió en que perseverara, encontré el amor de Dios”.

Pero la conversión se produjo un Viernes Santo, cuando nuestro protagonista se encontró con Jesucristo crucificado. Empezó a ser consciente de que mientras él menospreciaba a Dios, Jesucristo moría en la Cruz por él: “Yo le daba al Señor mi lujuria, mi soberbia, mis mentiras… En mi casa mentía constantemente, en la comunidad mentía constantemente, a los profesores les mentía constantemente y le mentía a Dios. Y veía cómo el Señor me respondía con amor, bendición y cariño; muriendo por mí. Eso fue lo que, mirando la cruz, me cambió. En definitiva, sentí un amor que nunca había sentido”.

¿Por qué decidió Miguel Ángel ser sacerdote?

Tal y como ha revelado, se debió a dos acontecimientos en la Iglesia: el encuentro vocacional del Camino Neocatecumenal en Düsseldorf (Alemania) y a la la Jornada Mundial de la Juventud de Río en 2013

“El día de mi graduación de Bachillerato había un encuentro vocacional en Düsseldorf. Y yo no sé el porqué, pero decidí ir, renunciando a la mayor fiesta de mi vida”. En ese viaje coincidió con un sacerdote al que conocía y decidió confesarse con él: “El Señor me impulsó a confesarme, porque yo, de todas estas cosas que he contado (los robos, la droga, etc.), nunca me había confesado por vergüenza de ver lo que yo era”.

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Tras confesarse al cura, este le dijo: “Si el Señor te llama, tú no te resistas”. Posteriormente, Miguel Ángel acudió a la llamada y se dispuso a comenzar un proceso de discernimiento de dos años en el denominado ‘prevocacional’.

“En esos años el Señor cumplió su promesa y ordenó mi vida. Pude estudiar, reconciliarme con mi familia, trabajar y entrar en la universidad, donde comencé el grado de Periodismo. En todo ese tiempo intenté olvidarme de la vocación”. Ya en la durante la JMJ celebrada en Río de Janeiro (Brasil), Miguel Ángel volvió a avivar esa llama prendida.

Finalmente fue destinado a la ciudad de Murcia, donde realizó su formación durante ocho años, dos de ellos en misión en Israel. Asegura que durante la etapa en el seminario se ha sentido querido por sus compañeros: “Eran mis hermanos. En el seminario se saca lo peor de uno mismo, pero es impresionante poder querernos así, sin exigir que nadie cambie. Me han enseñado a ser persona, a ser agradecido, a comer, a pedir, a hablar bien, a decir las cosas y a ser trasparente. Los formadores han tenido en todo esto un papel fundamental, pues han sido unos verdaderos padres, en lo bueno y en lo malo”.

Tras su ordenación diaconal, fue destinado a la pedanía caravaqueña de Archivel, pasando después a ejercer su ministerio en la parroquia de San Bartolomé de Murcia, donde ha descubierto que “los problemas, debilidades y defectos se relativizaban al servir al otro”.

Ante su eminente Ordenación Sacerdotal, Miguel Ángel se muestra consciente de su debilidad y de sus flaquezas: “Sé que el Señor me llama así, en mi debilidad”.

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