Una familia almuerza en un restaurante y “el circo” organizado a la hora de pagar no lo olvidarán en su vida
Los hechos ocurrieron en un establecimiento hostelero de la provincia de Cáceres
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Guadalupe es uno de los municipios extremeños más visitados. No es para menos, si tenemos en cuenta de que en esta localidad cacereña de apenas 2.000 habitantes se encuentra el monasterio de Santa María de Guadalupe, al que acuden miles de peregrinos y turistas procedentes de todo el mundo para contemplar a la Virgen en el santuario.
Entre los visitantes se encontraba aquel sábado una familia compuesta por el matrimonio de Pablo y Eva y sus dos hijos de corta edad. Decidieron regresar al pueblo extremeño para rezar a la Virgen. Quince años atrás, como recién casados, acudieron por primera vez al santuario.
Eva es de profundas creencias religiosas desde su infancia. Pablo por su parte fue recuperando la fe a raíz del matrimonio con ella, tras una juventud difícil, marcada por las disputas familiares. Las visitas periódicas que realiza la familia a santuarios marianos como Fátima, Lourdes, Covadonga o la propia Guadalupe le han ido dejando una huella imborrable.
Tanto es así que Pablo siente que Jesús y María están de su lado. Desde luego, lo ocurrido aquel sábado en Guadalupe es un buen ejemplo de ello. Tras visitar la familia el monasterio y rezar a la Virgen (con previo susto durante el camino debido a las curvas que hay que atravesar hasta llegar al municipio), se dirigieron a la tienda de souvenirs.
Tras varios minutos de indecisión, finalmente compraron una figura de la Virgen de Guadalupe y unas estampitas, tanto para ellos como para repetir entre familiares y amigos. A la salida del monasterio, se dirigieron a un bar cercano para tomar el aperitivo. Minutos más tarde, se dirigieron a un restaurante próximo para comer.
Tras la comida, los problemas llegaron a la hora de pagar
La comida transcurrió con normalidad. El trato del personal era exquisito y la comida de buena calidad. Hasta que llegó el momento de pagar. Una vez que el camarero les llevó el ticket con el precio, comenzaron los problemas.
La cartera no aparecía en el bolsillo de Pablo. Tampoco en la camisa o en la chaqueta. Los nervios se empezaron a apoderar de la familia. Eva llevaba algo de dinero en el bolso, pero insuficiente para hacer frente a la factura.
Disimuladamente, veían como los camareros observaban de lejos si la familia había depositado el dinero o la tarjeta de crédito para poder efectuar el cobro. Visiblemente alterado, Pablo se levantó de su asiento para comprobar si la cartera había caído al suelo. Ni rastro.
La hipótesis de que la cartera se había quedado en el primer bar al que acudieron cobraba fuerza. De hecho, Eva mandó a uno de sus hijos al establecimiento, que estaba a tan solo unos metros de distancia, para comprobar si estaba allí la cartera. Pero tampoco dieron con ella.
Cuando todo parecía perdido, intervino la Virgen de Guadalupe
¿Qué podían hacer? Pero todo dio un giro de 180 grados en el momento en el que Eva se levantó del asiento, ya visiblemente desesperada. La brusquedad con la que se puso en pie, hizo que el bolso cayera al suelo y se esparcieran los enseres que tenía dentro. Entre los objetos que se salieron fue la figura de la Virgen de Guadalupe, que se desplazó unos metros hacia la barra del restaurante.
Cuando Eva se desplazó a recogerla, observó que la cartera se encontraba en el interior de la barra, donde despachan los camareros. Uno de los empleados comentó que se la habían encontrado en la entrada del restaurante, a la espera de que apareciera su dueño, que nunca se podía imaginar que iba a ser de un cliente que se encontraba en esos momentos en el local.
Efectivamente, la cartera correspondía a Pablo a quien, al parecer, se le habría caído el monedero durante algún descuido, como introducir la mano en el bolsillo para sacar el móvil. Del pánico se pasó a la euforia.
La familia tiene claro que fue la Virgen de Guadalupe quien marcó el camino al desplazarse estratégicamente hasta la barra. Lo que no pase en Guadalupe...